Hoy pensaba en aquel "Adiós
Lucía" que leí a través de la pantalla del móvil hace ya más de tres meses... no era un adiós de despedida como ya había leído, era un "hasta
luego" que ponía fin a una conversación que podía continuar en cualquier
otro momento, y sin embargo algo se me agriaba en la boca del estomago al
leerlo, quizás era porque llevaba más de un año sin cruzar una palabra real, de
esas con volumen y forma que salen de los labios de alguien y la escuchas ya
sea ante un café o tras un auricular.
Para mí aquel mensaje era prácticamente una
despedida: las circunstancias, el tener que parar y dejar morir algo que solo tú
estás reanimando, viendo como cuesta cada vez más mantenerlo vivo y, cómo el
esfuerzo, es cada vez mayor y cada vez más inútil.
No he vuelto a escribir a esa
pantalla que nos ponía en comunicación, ni una línea y ni un saludo como llevaba
haciendo los últimos años: manteniendo una conversación que si creí que se
podía mantener fue porque no quise ver que era a costa de acarrearla por mi
cuenta y riesgo.
Y a veces el riesgo, el precio,
es demasiado alto.