A veces las cosas pasan de repente, sin itinerarios. Tu vida
da un vuelto y claro, no estaba previsto, ni anotado en esa agenda que lleva muerta
de risa todo el año. No había una previsión de futuro sobre que algo así
pudiese pasar, justo y en el preciso momento en que tanto necesitabas tener
estabilidad… pero a veces la vida es así, a veces las cosas pasan, de repente,
no hay porqué buscarlas un por qué, ni porqué intentar darlas una explicación;
a veces, simplemente, pasa.
No estaba previsto ¿y qué? Hay muchas cosas que nunca lo
están, pero eso no significa que no tengamos derecho a tomarnos un momento para
recuperar el aliento. Todos sabemos lo que es sentir que el mundo gira a una
velocidad superior a la nuestra, querer que, aunque solo sea por un día, el
mundo vaya un poco más despacio, solo un poco, para que te dé tiempo a coger
aire y a subirte de nuevo al carrusel de la vida, ese que nunca deja de girar. Pero
el mundo no para, la vida sigue, con o sin ti.
Está claro que la vida tiene el mal gusto de seguir su curso sin contar con nadie, ya lo decía Ismael Serrano, así como que el mundo no tiene la delicadeza de pedir perdón por echarnos a un lado, de malas maneras, para seguir su camino. Y cuánta razón tiene, porque el tiovivo no deja de girar, da igual que no estemos preparados para subirnos a él: cuando inicia su marcha no te queda más que seguir para lograr alcanzarlo.
Está claro que la vida tiene el mal gusto de seguir su curso sin contar con nadie, ya lo decía Ismael Serrano, así como que el mundo no tiene la delicadeza de pedir perdón por echarnos a un lado, de malas maneras, para seguir su camino. Y cuánta razón tiene, porque el tiovivo no deja de girar, da igual que no estemos preparados para subirnos a él: cuando inicia su marcha no te queda más que seguir para lograr alcanzarlo.
Al final, con el tiempo, más tarde o más temprano, nuestro
ritmo se hace más rápido, lo que nos ralentizaba ya no pesa tanto y podemos
acelerar el paso; llegamos a ese momento en el que parece que nos sentimos más
compensados y que somos capaces de continuar con el ritmo de vida que el mundo ha normalizado.
Dejamos esa parte mala atrás, en el descansillo del tiovivo, amontonada con
tantas otras experiencias que nos hicieron desequilibrarnos, perder el ritmo y
bajarnos de ese rumbo frenético que parece tener la vida y que, definitivamente,
no era el nuestro.
Y los rastros de lo vivido, esas pequeñas marcas invisibles
en la espalda (como las que hace un naufrago que cuenta los días para ser
rescatado de su isla desierta), se quedan con nosotros y pueden, o no, habernos
cambiado.
Cuando la vida da un vuelco, las cosas no son como deberían
ser y el mundo se pone en tu contra es un asco; eso de "lo mejor está por
venir" y chorradas parecidas sobran, es un asco y no hay más, pero eso no significa
que hayamos acabado, o que no podamos volver de donde estamos. Podemos volver
desde cualquier sitio.
Aprendemos a vivir con ello, no porque sea fácil, sino porque simplemente es lo nos toca hacer, porque somos supervivientes y
sobrevivimos, a veces peor y a veces mejor, pero por lo general lo hacemos. Listos para iniciar una nueva batalla y un nuevo capítulo de nuestras vidas.
Por eso, porque es aterrador lo rápido que todo puede irse a
la mierda, porque a veces la vida nos da la vuelta y sufrimos pérdidas que nos
recuerdan lo que realmente importa, y porque esas pérdidas nos hacen más
fuertes y más sabios dándonos las armas para enfrentarnos al próximo desastre… o
porque simplemente eso no pasa y salimos peor parados de lo que habíamos llegado a esa
situación, solo quiero compartir una reflexión que he aprendido y que me ha ayudado en mis, casi,
27 años de vida:
Pasan cosas horribles, la vida es dura, pero la felicidad,
ser felices teniendo que enfrentarse a ello no es el objetivo; sentir lo
horrible y saber que no vas a morir por sentirlo sí que lo es. No pasa nada por
parar, por bajarse a tomar aliento y permitirte sentir ese vacío que crece por
dentro hasta encontrarse a uno mismo; porque sentirlo, y vivir sintiéndolo, nos hace humanos.
Una explicacion de la vida con tintes realistas a través de tu cristal. Me quedo con el movimiento infinito del tío vivo, y saber que siempre va a estar ahí para subirse, bien para sufrir, bien para disfrute, pero sin duda siempre para crecer como ser humano. Gracias. Un besote.
ResponderEliminarHola Anonimo! Muchas gracias por tu comentario, me alegra que te haya gustado :) Un abrazo
EliminarBravo, Lucía.
ResponderEliminarGracias guapa! :D
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