"¿Qué murallas derriban tu voz en el sigilo de la noche? Esa distancia que cae como un telón entre el vacío y la memoria ardiente de los días"
Hoy quiero hablar
de Distancia… hay muchos tipos de distancia en nuestro día a día, en nuestra
forma de vivir, de relacionarnos y comunicarnos con los demás. La Distancia es
esa barrera transparente, casi invisible pero muy tangible, contra la cual
todos nos chocamos en algún momento.
Actualmente la distancia está por
todas partes, vivimos distanciados de los demás y muchas veces de nosotros
mismos. No hablo solo de la distancia definitiva que implica la muerte (que
también cuenta como un tipo de Distancia) ya que esa no se puede evitar.
Como buena distancia, cuando alguien se va de nuestro lado porque se muere, se queda un vacío reconocible de ausencia del que cuesta bastante desprenderse, como un peso colgado en el alma que hace un desgaste constante y que, aunque podemos vivir con él, hace que nuestra vida nunca vuelva a ser igual ni que la vivamos de la misma manera.
Como buena distancia, cuando alguien se va de nuestro lado porque se muere, se queda un vacío reconocible de ausencia del que cuesta bastante desprenderse, como un peso colgado en el alma que hace un desgaste constante y que, aunque podemos vivir con él, hace que nuestra vida nunca vuelva a ser igual ni que la vivamos de la misma manera.
En esa distancia física de dejar
de ver a la otra persona por causas que escapan a nuestro control como es la
muerte, también tenemos la distancia de aquellos que abandonan el hogar para
buscar una oportunidad fuera del entorno que siempre han conocido. Actualmente
asistimos a una emigración de gente querida y conocidos que, en busca de una
oportunidad mejor, se va a otros países y ciudades dejando atrás familia,
amigos y, a veces, pareja (por remarcar los puntos clave de las personas) por
intentar encontrar el camino que los políticos y la famosa crisis, que ya viene
durando años, les niegan. Esa distancia también hace que modifiquemos nuestros
hábitos… y tanto!! ¿verdad? Que se lo digan a los que se marchan… pero, además
de esa distancia para los que se van, también está con la que tienen que vivir
los que se quedan, los cuales, hacen con los que se van la promesa de
escribirse y hablar por las vías que actualmente nos oferta Internet para no
perder el contacto y, sin embargo, a pesar de todos esos medios que las nuevas
tecnologías nos ofrecen tienes que tener un vínculo muy grande con una persona
para no perder la esencia de lo que era una relación (como con la familia),
porque la distancia acaba segando los momentos vividos, las risas, las charlas
frente a un café y, con el tiempo, todo ello queda relegado a un segundo plano.
Ambas partes siguen haciendo su vida por separado, hasta el punto de que al
final no tienen nada que ver y, aunque el reencuentro es posible y alegre,
miles de detalles se quedan por el camino, perdiéndose en esa distancia y en el
paso del tiempo las particularidades que hicieron que la relación floreciese.
Y ya que las menciono, respecto
al papel de Internet y las Redes Sociales… muchas veces se me plantea la duda
de cómo es posible que existiendo tantos medios y formas para estar
permanentemente en contacto estemos todos tan distanciados. Creo que el
problema es que hemos sustituido el tomarnos un café en frente del otro por un
mensaje por el chat del Facebook o cualquiera de las Redes Sociales actuales,
también hemos cambiado una conversación tomándonos unas cañas por una hecha por
Whatsapp, ya ni siquiera hemos hecho el cambio por una conversación telefónica
donde puedas oír la voz del otro, no, todo a través de una pantalla que, cada
vez evoluciona más para que podamos mandarnos videos, fotos y mensajes de voz.
Y funciona, sea por lo que sea, por precio, por comodidad o porque somos, como podría decir Quevedo, hombres a un móvil pegados… vivimos esclavizados a una emisión permanente de noticias y actualizaciones propias, a un contacto constante con el mundo, con los que leen tu perfil llegando a que si no está en Facebook no existe, y esa es la línea a seguir: ¿Sales a cenar? Subes una foto al Facebook, incluso desde el propio restaurante si hace falta, no se espera a llegar a casa, ¿Haces algo especial? Lo escribes y publicas, ¿Sales de fiesta? Se suben las fotos a la red social… y así con todo; sentimientos, ideas, opiniones… todo acaba reflejado en nuestro perfil, creando un desglose de nuestra vida que aquellos que hemos elegido y que están en nuestro círculo de “amistad” puedan leer y seguir, así como comentar y compartir.
Y funciona, sea por lo que sea, por precio, por comodidad o porque somos, como podría decir Quevedo, hombres a un móvil pegados… vivimos esclavizados a una emisión permanente de noticias y actualizaciones propias, a un contacto constante con el mundo, con los que leen tu perfil llegando a que si no está en Facebook no existe, y esa es la línea a seguir: ¿Sales a cenar? Subes una foto al Facebook, incluso desde el propio restaurante si hace falta, no se espera a llegar a casa, ¿Haces algo especial? Lo escribes y publicas, ¿Sales de fiesta? Se suben las fotos a la red social… y así con todo; sentimientos, ideas, opiniones… todo acaba reflejado en nuestro perfil, creando un desglose de nuestra vida que aquellos que hemos elegido y que están en nuestro círculo de “amistad” puedan leer y seguir, así como comentar y compartir.
Entonces… ¿Por
qué tanta distancia? Si el mundo cada vez nos lo pone más fácil para
comunicarnos… ¿por qué esa sensación de distancia con la gente? Yo creo que es
porque se ha creado una sensación falsa de cercanía con las redes sociales,
hemos asumido que el otro estará en constante observación de lo que nos pasa en
el día a día pues cada uno aplica su forma de ser a estos espacios virtuales y
se nos olvida el gran paradigma de que por el hecho de que tú te desvivas por
estar con el otro y estar pendiente de lo que le ocurre en su vida eso no
implica necesariamente que él vaya a estar pendiente de lo que ocurre en la
tuya; porque la realidad es que cada uno
vive en su mundo, individualizado del resto, sin preocuparse del otro nada más
que lo necesario, y a veces ni eso.
Constantemente asistimos a una sensación de
vacío ante el hecho de estar mal física o sentimentalmente y que, a pesar de
que la gente lo sepa (aquellos que en teoría son los más cercanos, los que más nos
importan), no pregunten ni se preocupen de lo que pasa. Vivimos con la
permanente sensación de que nos chocamos contra un muro y a nadie le importa, de
que nadie nos oye y a veces ni siquiera se nos ve. Este círculo constante de la
pescadilla que se muerde la cola nos pasa a todos, incluso le pasa a aquel que
nos lo hace a nosotros por el simple hecho de que todos tenemos personas más
importantes en nuestra vida que otras a las que les damos más importancia y,
quién sabe por qué, estas personas casi nunca son las adecuadas ni las que nos
responderán con atenciones.
Una vez yo escribí una carta en
mi muro de Facebook que titulé “Querido desconocido que te haces llamar amigo” en
la que hablaba de ese “siempre llamar yo” de “escribir primero yo para
preguntar” y de “no recibir respuesta muchas veces”, del cansancio y de lo
decepcionante que es que eso pase contantemente… y para mi sorpresa varias
personas lo compartieron además de que muchos le dieron al famoso “me gusta”
que implica que una publicación sea insignificante o no. No estamos solos en
ese sentimiento de abandono constante de aquellos a los que les pedimos
atención como si fuéramos pajarillos con el pico abierto en busca de un poco de
afecto. La famosa frase de “Quien te quiere te lo hará saber y quien quiere
estar está” o la de “Cuando alguien te quiere se nota, cuando no se nota más…”
publicadas en los muros propios o de otros son esa muestra tangible de ese
sentimiento de soledad.
Además del hecho de que se nos
olvida que no todas las personas son como nosotros ni se comportan como
nosotros nos comportamos, también se nos olvida que no vale con un mensaje, que
la distancia que impone la red ha de disolverse con la espuma de cerveza de una
noche de risas y que es importante mantener los lazos pues somos animales
sociales, necesitamos contacto… y si nos quedamos esperando a que el abrazo que
necesitamos llegue a través de la pantalla para quedarnos satisfechos… entonces
todo seguirá igual. La red social sirve para facilitar la comunicación y poder
concretar de forma más barata y cómoda las formas de estar con otros, pero
hemos de completar esa relación virtual con el contacto real que toda persona
necesita para sentirse completa.
Sin embargo asistimos a otras
distancias que también pueden hacer que modifiquemos nuestra forma de vida. Por
ejemplo y muy importante me parece la distancia respecto a nuestro propio
cuerpo… y con ello me refiero a la forma que tenemos de vernos a nosotros
mismos (físicamente) y de cómo vemos a los demás, de las normas que nos impone
una sociedad y una moda determinada que va modificando nuestros hábitos y
nuestra forma de mostrarnos al mundo.
En esta forma de ver nuestro propio
cuerpo y sus adornos textiles entran muchos prejuicios y algunos temas de
sexismo cotidiano con el que las mujeres nos vemos obligadas a lidiar día a
día… como por ejemplo que se nos trate como objetos sexuales por la ropa que llevamos.
Yo misma el otro día reprendí a un tío por hacerlo pero iba con vaqueros, si
hubiese ido con falda puede que me hubiese sentido más azorada porque “enseñaba
más” y eso me hubiese llevado a no decir nada. Prueba de ello es que muchas mujeres en páginas como
Sexismo cotidiano donde se pueden expresar por escrito situaciones como esas o
de otros tipos donde el sexismo está presente (tanto para hombres como para
mujeres) escriben sobre la inseguridad que sienten al llevar ropa más sensual (como
un simple vestido o una falda) y que, incluso, si van a volver solas hasta casa
prefieren llevar pantalones largos para evitar “situaciones desagradables” con el género másculino.
Estas
situaciones provocan distancia hacia nosotros mismos, nos llevan a sentirnos
mal y a cambiar nuestras formas de comportamiento como las formas de vestir.
Vivimos esclavizados por un mundo capitalista y consumista que impone una moda hecha para
determinar las formas que tenemos de mostrarnos al mundo pero en el que, según
lo que nos pongamos, determinamos cómo nos ven los demás y según como nos ven y
juzgan entramos en un tipo de personas u otras haciendo que se lleve a la gran
equivocación de que si te quieres poner guapa no es porque quieras que un tío te
silbe o te diga cualquier guarrada, sino porque ese día te apetecía sentirte
especial y arreglarte un poco para sentirte guapa.
Esta es una distancia también
difícil de llevar pues nos aleja de cómo queremos ser y mostrarnos al mundo.
Una distancia que se supera con el tiempo, cuando te acostumbras y, sobretodo,
cuando la autoestima y fuerza en una misma crece y se fortalece lo suficiente
para ignorar aquello que los demás puedan pensar o decir y aprendes a sentirte
bien contigo misma.
Estos para mis son los
principales tipos de distancia, los que determinan la vida que llevamos, con
nosotros mismos y con los demás. Me parece importante conocerlas y analizarlas
para tenerlas presentes en nuestro día a día e ir acortándolas en todo lo
posible, luchar contra esa Distancia que se impone en nuestra vida y que, como
decía Marlene Pasini, cae como un telón sobre ella. Se trata de poder subirlo
para estar más cerca de lo que queremos ser, sin inseguridades, eliminándolas
para llegar a sentirnos más completos y para alcanzar el equilibrio necesario
para no derrumbarnos ante estas distancias que van calando en nuestros
comportamientos diarios. De lo que no hay duda es que existen muchas vertientes
abiertas sobre la Distancia que están presentes en nuestra vida, por ello si es
posible ir superándolas o no dependerá de nosotros mismos, está en nuestra
mano y en la de nadie más.
* Todas las imágenes de este Post han sido obtenidas de las fuentes de imágenes de Internet.
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