"Es mejor encender una vela que maldecir a la oscuridad" Confucio
Mañana es 13 de diciembre y curiosamente
coincide este año con un viernes 13, un día que para algunos
implica un día de mala suerte, mientras que para otros, en especial para mis tocayas el día 13, caiga en el día de la semana que caiga, es un día bonito porque, qué narices, tenemos un nombre bonito. El caso es que mañana es 13 de diciembre, Santa Lucía, la patrona de los ciegos, la santa de la luz, y su llegada cada una lo celebra como quiere: comiendo con la familia, felicitando a sus tocayas, tomándose un desayuno especial o, simplemente, pasándolo como si fuese un día más del calendario.
implica un día de mala suerte, mientras que para otros, en especial para mis tocayas el día 13, caiga en el día de la semana que caiga, es un día bonito porque, qué narices, tenemos un nombre bonito. El caso es que mañana es 13 de diciembre, Santa Lucía, la patrona de los ciegos, la santa de la luz, y su llegada cada una lo celebra como quiere: comiendo con la familia, felicitando a sus tocayas, tomándose un desayuno especial o, simplemente, pasándolo como si fuese un día más del calendario.
En costumbres y tradiciones cada
persona es un mundo, en mí caso, sinceramente, me gusta mi santo porque cuando
iba al colegio yo no celebraba mis cumpleaños debido a que caen en agosto y no
había nadie con quién celebrarlo a parte de la familia, y a día de hoy lo
seguimos celebrando. Para mí es un día especial, me gusta mi nombre y me parece
muy importante la presencia de la luz en nuestras vidas, el tenerla presente
incluso en los días más oscuros… para mí mi santo es un día de descanso en los
días del invierno, donde no importa que haga frío o que no haya sol, porque es
el día de la luz.
Un poco cursi, lo sé, pero el
caso es que mi inquietud por saber un poco más acerca de este día, que tan
importante es para mí desde niña, me hizo investigar un poco y me encontré con
la llamada Fiesta de la Luz, realizada en toda Suecia, un ejemplo de la importancia
que tiene este día para algunos. De esta forma sólo aquellos que tengan al
suerte de hallarse en esta fecha en cualquiera de los rincones del bonito país
escandinavo podrán presenciar esta escena tradicional que celebra el solsticio
de invierno: el día más corto y la noche más larga del año, para la cual la
Fiesta de Santa Lucía se hace alumbrando la oscuridad que envuelve Suecia desde
todos sus pueblos y ciudades.
Esta fiesta se materializa en
cientos de velas que llenan todos los rincones creando una escena mágica, de
cuento… una atmósfera que arropa a todos los que participan de ella, y que van
de la mano (o mejor dicho de la cabeza) de las muchachas llamadas Lucía que
encabezan las procesiones portando con coronas de velas y siendo seguidos por
sus damas de honor y los niños estrella. Según la tradición la Lucía principal
(aquella que porta sobre su cabeza una corona de velas engarzada a una diadema
y va vestida con una túnica larga y blanca, ceñida a la cintura por un fajín
rojo) lidera a todos los demás participantes en esta ceremonia.
Las damas de honor portarán una
vela entre las manos mientras que la Lucía las llevará unidas en actitud de
rezo y los niños estrella irán además vestidos con capirotes adornados con
estrellas doradas (de ahí su nombre), y ya por último los más pequeños,
vestidos de duendes… todos van en procesión y, mientras avanzan llenándolo todo
de luz, van cantado villancicos y canticos populares suecos que rompen el silencio
y la oscuridad de la noche.
Está claro que ni el invierno ni
la llegada de la Navidad serían lo mismo sin esta ceremonia que los suecos han
sabido convertir en todo una exposición de delicadeza y belleza y que recorre
las escuelas, los hospitales, las residencias de ancianos y los numerosos
centros de trabajo del país, convirtiéndose también en una fiesta enfocada y
dedicada a un bien social.
Otro de los detalles de esta ceremonia
es que las muchachas reparten a su paso galletas de jengibre o pepparkakor y
los bollos de Lucía o lussekatter, unos dulces de harina de trigo condimentada
con azafrán, a los que se da forma con espirales y se decora con dos pasas.
Cada pueblo y ciudad sueca elige
a su propia Lucía, aunque también hay una Lucía nacional que sale por
televisión, una especie de concurso de belleza, lo más similar a este tipo de
competiciones dadas en un país no muy amigo de ellas. Lo que pretende el
nombramiento es que este proceso sea más
democrático y abierto, que termina en el día 13, cuando se desvela a la
ganadora total y se la lleva en una carroza tirada por caballos, muy bien
iluminada, para ir extendiendo la luz a su paso.
Una bonita tradición que sin duda
deja su huella, muy luminosa por cierto, en todos los que lo llevan a cabo y en
los afortunados que pueden contemplarlo. Una forma ideal para iniciar los
festejos navideños y todas sus celebraciones repletas de luz que iluminan las
casas y los barrios de las ciudades; esta celebración para ellos es la llegada
de la luz, la luz ante la noche más larga que dará paso a días más brillantes y
luminosos, pues con ella empieza la cuenta atrás de la oscuridad, y la despiden
llenándola de luz.
Sin duda es una de las ceremonias
más centrales en la cultura sueca, con una clara vinculación a su forma de
vida, donde la luz, la oscuridad, el frío y el calor marcan una constante en su
día a día. Algo único que se repite todos los años y que, al menos una vez en
la vida, habría que ir a contemplar en persona; no me cabe duda de que debe de
ser una experiencia mágica.
* Todas las imágenes de este post han sido obtenidas de las fuentes de imágenes de Internet
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