“Siempre he preferido el reflejo de la vida a la vida misma. Si he elegido los libros y el cine desde la edad de once o doce años, está claro que es porque prefiero ver la vida a través de ellos”
Desde que era
pequeña como a tantos otros el cine ha marcado etapas importantes de mi vida y
ha conseguido aumentar mi imaginación, así como crear nuevos mundos que, si
bien no han arraigado tan fuerte como los que me proporcionaron los libros con
los que crecí, fueron capaces de despertar en mí el amor por el cine y por las
películas que narraban la vida de personas distintas, con historias diversas
que, de una forma u otra, transmitían un
mensaje, una metáfora sobre esa vida que vivimos.

Todos los
personajes que se ganan nuestros corazones tienen algo que contar, los primeros
que lo hicieron, fuera de las películas de carácter infantil o de Mi vecino
Totoro que he de destacar como mi película favorita de cuando era más pequeña, los
recuerdo de mi época del instituto con la película Tomates Verdes Fritos, de
Jon Avnet, que cuenta una historia sencilla pero profunda que empieza cuando
Evelyn Couch (Kathy Bates), una buena mujer en plena crisis adulta, visita a la tía de su
marido con él en una residencia de ancianos, pero esa tía no quiere que esté
con ella y Evelyn debe quedarse en la sala común donde conocerá a Ninny (Jessica Tandy), llena
de vida a pesar de su avanzada edad y muy amigable, que le contará a Evelyn la
historia de los Threadgoode, la parte central de la película que se irá
compaginando con la historia del presente que vive Evelyn con su marido, con
quien intenta recuperar la pasión, aunque sin mucho éxito por parte de él, y el amor por la vida.