La trilogía Memorias del águila y del jaguar de Isabel Allende marcó, como muchos otros libros, una etapa de mi vida; sin embargo
tanto el segundo como el tercer libro pasaron más desapercibidos de lo que esperaba
en relación al primero, ya que sus historias se convirtieron en una sucesión constante de lo que
había leído desde el principio, cambiando solo la ambientación, las leyendas y los lugares, y si bien los disfruté nunca pude compararlos.
A veces pienso que al ser una saga que la gran
escritora creó para el público juvenil, el primero me pilló en la edad adecuada,
pero los otros dos no tanto… sin embargo, a pesar de que está claro que la
trilogía en sí misma no es muy digna de mención el primer libro, La Ciudad de
las Bestias, de gran éxito y publicado en varios idiomas, si lo fue y además sigue siendo uno de esos libros mágicos, capaces de
transportarte a otros lugares y de hacerte empatizar y conectar con los personajes.
Todo empieza con esta primera obra donde se nos presenta a Alexander
Cold, un buen chico que encuentra la paz escalando y tocando la flauta, pero
que con 15 años tiene todos los problemas adolescentes echándosele encima: las
clases, los amigos, las chicas… además de ese mal genio que asoma, típico que
todo el que ha sido adolescente conoce, y que le hace perder los nervios con su
familia, especialmente con sus hermanas pequeñas. Sin embargo todo empeora a
gran velocidad cuando su madre, muy enferma de cáncer, debe ingresar en una
clínica especializada para recibir un tratamiento intensivo; ello obligará a la
familia a separarse, haciendo que Alex acabe, a regañadientes, en Nueva York, en
la casa de su abuela Kate, una periodista del National Geographic excéntrica,
gruñona y muy mordaz que le llevará a su siguiente viaje: el Amazonas.
El objetivo del viaje no es otro que encontrar a la Bestia, un ser
gigantesco que habita en la selva, de pelaje blanco y que, al parecer, nadie ha
podido ver con claridad pues todo aquel que está cerca aparece muerto o
habiendo perdido parte de la memoria tras desmayarse.
Así, en busca del Yeti amazónico, la expedición se pone en marcha y lo
que empieza siendo un esfuerzo enorme para Alex acaba convirtiéndose en la gran
experiencia que necesitaba para crecer como persona y olvidarse del miedo,
conectando con la naturaleza y con normas básicas que a veces pasan
desapercibidas pero que son necesarias para el funcionamiento del mundo: ver con el
corazón y que para recibir siempre hay que dar algo a cambio. Alex entra en un
mundo donde lo material no es importante, donde podrá apreciar la verdadera
esencia de lo que le rodea, donde podrá valorar la amistad y el poder de la
solidaridad, así como la de luchar por lo que es justo; todo ello mientras el
amazonas se va desnudando al lector, página tras página, mostrando todos sus
secretos, su naturaleza evidente y sus maravillas escondidas.
Los personajes también se irán desnudando poco a poco, mostrando la
construcción que Isabel Allende hace de ellos para, muchas veces, sorprendernos
porque no son lo que en un principio podía parecer, ni para bien ni para mal.
El variopinto grupo está formado, además de por Álex y su abuela, por Ludovic
Leblanc, famoso antropólogo con los aires un poco bastante subidos; Timothy
Bruce y su ayudante Joel González, fotógrafos de la expedición; el Capitán Ariosto como equipo de seguridad y Mauro
Carías, empresario que apoya la expedición y cuyas intenciones, obviamente, no
serán lo que aparentan ser; Omayra Torres, doctora que se empeña en acompañar a
la expedición para poder llegar a las tribus más alejadas del contacto humano y
poder vacunarles en pos de evitar que los indios sigan muriendo por el contacto
con humanos; Matuwe y Karakawe, indios integrados en la civilización que les
ayudarán para los dialectos y las costumbres de aquellas tribus que se puedan
encontrar en la ruta; y, por último pero no por ello menos importante, estará
el guia, César Santos, y su hija Nadia.
Nadia es el segundo punto clave de esta novela y será el de Álex ya que
gracias a ella su percepción del mundo cambiará para siempre y la amistad que desarrollarán
los chiquillos, arraigada además en las aventuras que viven, se extenderá a lo
largo del tiempo. Ella, unida de manera intensa a la naturaleza, pone la visión poco
espiritual de él patas arribas haciendo que se cuestione cosas que antes nunca se
hubiese ni siquiera planteado; con la ayuda de un chamán amigo de la niña, los
dos jóvenes se adentrarán en la peligrosa selva y conocerán de primera mano a
la Tribu de la Neblina, una tribu oculta a la que casi nadie tiene acceso pues
viven en el Ojo del Mundo, llegarán a conocer el secreto mejor guardado, aquel que atrajo a su expedición: los secretos de esas criaturas llamadas Bestias; e
incluso el libro llegará a la mítica ciudad de El Dorado.
Los poderes místicos y las creencias mueven las páginas y la pluma de
Allende para hablar del significado de los sueños, de los poderes
premonitorios, de la capacidad de ser invisible, de animales totémicos que
marcan el cómo somos, así como las creencias en el alma y en un ideal: que las
injusticias se pueden denunciar, que podemos luchar para parar el avance de un
mundo cuando, este, se come al otro. Porque lo cierto es que el libro habla de
un lugar precioso, y te mete de lleno en toda la belleza que ofrece, pero
también en la explotación que se hace, ilegalmente, del Amazonas; uno de los
grandes pulmones del planeta que cada día es deforestado y explotado en busca
de piedras preciosas, crear terrenos de cultivo y construcción, y que lleva a la
destrucción del hábitat natural, de las especies únicas que habitan en ellos y
a la desaparición, con toda impunidad, de las tribus de la zona.
Es por este otro lado combativo de Allende, de siempre buscar la forma de
concienciar escribiendo sobre lo que pasa en el mundo, que a pesar de ser una
novela de carácter infantil o juvenil un adulto puede leerlo y disfrutarlo,
especialmente porque va más allá de los
aspectos "terrenales", físicos, entrando en un mundo mucho más etéreo,
donde los valores son universales para todos.
Aunque las dos continuaciones me las leí y no me disgustaron, no
consiguieron la profundidad ni la intensidad que logró calar en mi La Ciudad de
las Bestias cuando lo leí, es por ello que me centro en el libro que les dio
pie como una forma de entrar en otro tipo de lectura para que quien lo lea, si
quiere ir más allá, juzgue por sí mismo el valor de estos libros.
* Todas las imágenes de este blog han sido obtenidas de las fuentes de imágenes de Internet
No he leído a Isabel en su formato "ficción", las novelas que he leído de ella eran personales y me encantó su forma de narrar.
ResponderEliminarCreo que les daré una oportunidad.
Salud.
Pues la verdad es que a mi me gustó mucho, aunque ya te digo que es para publico juvenil, así que si le das la oportunidad espero que no lo encuentres demasiado infantil para tu gusto ;) Pero también está narrada desde una perspectiva muy personal y desde luego merece la pena, al menos el primero.
EliminarUn placer tenerte por aquí como siempre :D