En el Matadero de Madrid tiene
lugar desde el pasado 29 de enero y hasta el 4 de octubre una de las
exposiciones gratuitas más particulares que hasta ahora he visitado. Bajo el nombre de “El poder de las canciones” se exponen 60 temas musicales del pop del siglo XX, 60
temas que representaron un momento de cambios culturales, 60 canciones para hablar
de cambios movimientos sociales y artísticos que marcaron un hito en la
historia de la música.
La rememoración que se presenta
en La Casa del Lector del Matadero, trae al presente las 60 canciones más
representativas de la cultura pop del siglo XX, con temas cargados de
significado y delatores del período en el que nacieron. Con unas escaleras de un
rojo intenso (como un símil de la famosa alfombra roja) se abre la exposición a
nuestros pies, para traer a su público el recuerdo nítido de otra época. Pocas
cosas traen el recuerdo de una forma tan clara como con una canción, la cual
activa nuestra memoria y nos hace retroceder a un instante concreto que
permanece más o menos escondido, pero no olvidado.
Así pues esta exposición trae al
espectador a 60 iconos (entre ellos 10 españoles) que trascendieron y
revolucionaron, a pequeña o a gran escala, la música popular de su tiempo. A través de diferentes pasillos los encontramos: desde
la simplicidad de textos inmediatos y poderos, hasta la profundidad de
composiciones con carácter de manifiestos; entre la reflexión personal y el
compromiso social, aferrándose al detallismo narrativo o al simbolismo poético,
y desde un activismo político o una provocadora perversión conceptual, nacieron
vibrantes himnos generacionales que todavía hoy perduran en el imaginario
colectivo.
Tras subir por las escaleras
rojas, como haciendo el paseo hacia la fama, nos encontramos una sucesión de
pasillos con todas las canciones abriéndose ante nosotros de una forma muy
particular: un especie de libro abierto, con la imagen del cantante o grupo en
el exterior (tipo portada), y en el interior unos cascos para escuchar la canción
y la explicación de lo que significó esta para su época o para la cultura
musical del momento, presentando además la letra completa de la canción que se
escucha, tanto en español como en inglés, y resaltando en la parte interior de
la “portada” el estribillo o estrofa más significativa de la canción.
Es así como, de primeras, nos
topamos con Abba y con Nirvana, con Dancing Queen (1976) y Smells like teen spirit (1991), respectivamente.
Con Dancing Queen de Abba (que
curiosamente tenían puesta la versión en español), se nos presenta el tema para abrir la exposición como la banda sonora
de las mejores celebraciones de nuestras vidas, mediante un ritmo sensacional que merece ser bailado. Sin duda un triunfo universal.
Sin embargo yo me quedo con la de
Nirvana, Smells like teen spirit como reflejo de un himno generacional que,
accidentalmente, Cobain lo hizo suyo como el eslogan perfecto para un
manifiesto contra la apatía juvenil. Con
frases crípticas tomadas de las páginas de su diario y un reconocido plagio a
los Pixies, la canción corrió como la pólvora vía MTV con un vídeo-motín que se
convirtió en espejo en el que distorsionarse. Grande, enorme y perfecta para
abrir boca a todas las demás canciones.
Obviamente es imposible ponerlas
todas, por eso solo haré una selección de las que son, bajo mi punto de vista,
las más significativas.
Es por ello que las que más destacarían, a parte de las dos ya mencionadas que abren la exposición, son What´s going on (1971) de Marvin Gaye, una canción de amor sincera y simple, ingenua pero emocionante que retrata proclamas de pacifismo y hermandad con el telón de la guerra de Vietnam de fondo. Una garganta serena lanzando al viento la crónica de un tiempo incierto.
Es por ello que las que más destacarían, a parte de las dos ya mencionadas que abren la exposición, son What´s going on (1971) de Marvin Gaye, una canción de amor sincera y simple, ingenua pero emocionante que retrata proclamas de pacifismo y hermandad con el telón de la guerra de Vietnam de fondo. Una garganta serena lanzando al viento la crónica de un tiempo incierto.
También, como no, al gran Bob Marley con su tema Get up, stand up de 1973 canción que, a través de la
hipnótica cadencia jamaicana, lanza octavillas sin fecha de caducidad. Una
llamada que cuestiona credos e incita a la lucha en pos de la dignidad y la
solidaridad universal. La rubrican y cantan Marley y Tosh y sirvió de epitafio
para el primero: fue la canción final de su último concierto en 1980, previo a su fallecimiento a los 36 años. El mensaje aún palpita.
En la ruta también nos encontramos
con Purple Haze (1967) de Jimi Hendrix, una canción con un texto inspirado en
un sueño que admite cualquier tipo de interpretación aunque la única certeza
que queda clara es que es uno de los más imaginativos, definitorios y
monstruosos desarrollos de la guitarra eléctrica digitalizados por el genio de
Seattle. Con la "niebla purpura" las cosas no parecían ser de la
misma manera… y no lo fueron.
Con los Rolling Stones escuchamos
su tema de 1965: (I can´t get no) Satisfaction, a través de la cual los bad
boys del pop británico enfocaron el malestar juvenil de unos años sesenta en
imparable erupción de revoluciones para todos los gustos y colores. No, no
conseguían satisfacción (aunque lo intentaban), pero supieron vender su
inconformismo a través de uno de los riffs de guitarra más sencillos y reconocibles de la historia del
rock, con un Mick Jagger lascivo y descarado en su modulación.
Avanzando por los distintos
pasillos encontramos la canción de “Heroes”, tema que vio la luz de mano de
David Bowie en 1977, cuando Berlín no se acababa nunca. Las comillas del título
ironizan mientras un romance furtivo entre Tony Viconti, el productor, y
Antonia Maab, la corista, desemboca en un réquiem por la supervivencia del
individuo frente a un mundo apabullante, cerca del Muro como hielo que quema,
donde, como citaba el texto que coronaba la canción “Todos podemos ser
estrellas. Todos podemos ser Héroes. Solo por un día”.
Con My generation de 1965 de The who llegó el Punk (o lo intentó) rápido, claro y enfadado. Con el blues en el
retrovisor y el molde beat en la cartera, Pete Townshend configuró uno de los gritos
de rebelión juvenil más incandescentes y orgullosos de la historia de la
música. La definitiva prestación vocal -que incluyó un tartamudeo accidental,
después premeditado- de un Roger Daltrey, cool y desafiante, punteaba un texto
que exigía para la nueva generación su lugar en una sociedad distinta,
renovada: el caos eléctrico final auguraba futuros gritos de guerra.
En 1970 John Lennon lanzó God,
frontal, catártico y polémico con Yoko Ono y la Plastic Ono como pilares; estando aún a
medio camino en su recomposición tras el naufragio de los Beatles (que también tienen un espacio en la exposición). El piano de
Billy Preston guía un medio tiempo que resuena a blues y góspel y que cuestiona,
desde su inicio, el poder de las creencias dominantes. El sueño (colectivo) ya
se había terminado y Lennon no buscaba refugio ni en la Biblia ni en Dylan, ni
en Buda ni en Jesucristo: fin de la magia. El futuro estaba dentro de él.
Más adelante, en 1978, Gloria Gaynor, tras nueve
meses de hospital por un resbalón en escena y superar el fallecimiento de su
madre, hizo que la música disco brillara de nuevo y para siempre con I will survive, el culmen del renacimiento físico y espiritual tras el abandono amoroso
que sufrió. Convertida por la club culture neoyorquina en epinicio de la lucha
contra el sida, "I Will survive" trasciende el delirio camp y su
propio eslogan: <<Más que un hit, una manera de vivir>>, proclamando la reafirmación femenina y convirtiéndose en el himno gay por antonomasia.
En el ámbito internacional
termino con The Clash, que lanzó London Calling en 1979. Una canción que
reflejaba el apocalipsis social del momento: accidentes nucleares, violencia
policial, inundaciones.... Mick Jones y Joe Strummer le ponen banda sonora a un
Londres distópico con motores congelados y zombis, con el punk convertido en
moneda de cambio y la rabia sin mitigar. Un incendio de percusión marcial
(Topper Headon), zumbidos de genética jamaicana (el superbajo de Paul Simonon), voz de rock'n'roll mutante (Strummer) y la
urticaria eléctrica de las seis cuerdas de Jones. Paranoia, resistencia y chulería para decir bien alto <<I have no fear>>.
En el panorama español destaco a
dos de los diez que presenta la exposición. El primero de ellos es uno de los
grandes: Serrat, que en 1971 escribió las canciones del álbum Mediterráneo en
la Calella de Palafrugell, mirando al mar que baña Algeciras y Estambul; entre ellas está la que da título al disco y que se convirtió en la pieza más
universal de su repertorio. Es la más certera descripción de una existencia
insumisa, libre y en contacto con la naturaleza lo que hace que, su evocadora y perfecta
poesía, se conviertan en la más preciosa declaración de amor a la vida jamás cantada en
castellano. Absoluta obra maestra.
El segundo tema español a
destacar es Bailando, de Alaska y los Pegamoides, una moderna banda sonora del
ritmo funk y esencia post-funk para el verano de 1982. El "Cuba" de
los Gibson Brothers inspiró este himno hedonista rebosante de ritmo tropical.
Frívolo pastiche con estilo, lleno de ingenio pegamoide, e insignia de una
época movida con el sello personal de cinco talentos precoces con fuertes
personalidades que, finalmente, fueron
incompatibles: Olvido Gara, Carlos Berlanga, Nacho Canut, Ana Curra y Eduardo
Benavente. Gran éxito.
Una exposición perfecta para
leer, escuchar y comprender 60 momentos musicales que tuvieron un peso social y
cultural importante. Así el público puede leer sobre la explosión musical que
marcó épocas y movimientos sociales, mientras escucha los distintos temas; no
es de extrañar que hubiese varias personas a la vez visitando la exposición y paseando
por los diferentes pasillos, escuchando los vibrantes himnos generacionales que
todavía hoy perduran en el imaginario colectivo.
Si podéis no faltéis, es una
exhibición fascinante, para leer y escuchar la música de los grandes
compositores del pop, del rock y del soul que se convirtieron en los nuevos
trovadores de la época moderna y en espejo y modelo para que las siguientes
generaciones continuasen profundizando en el ambicioso empeño de intentar
explicar la vida a través del efecto instantáneo de una canción.
* Todas las imágenes de este post excepto la de Nirvana, David Bowie y The Cash, que han sido sacadas de las fuentes de imágenes de Internet, han sido tomadas por Lucía Berruga (L.B.)
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