Antes de mi siguiente entrada quisiera poner sobre aviso de que nunca he hecho una crítica gastronómica y creo que nunca se me habría ocurrido de no ser por el último italiano en el que estuve, porque me dieron muchas ganas de hablar de él, aunque no positivamente, por desgracia para ellos. Siempre escribo sobre películas, libros, espectáculos o exposiciones a lo que he ido y me han gustado y por eso me gusta recomendarlos, pero este no fue el caso y por eso quiero hablaros de mi experiencia en un italiano de Madrid que al parecer tiene bastante historia y extensión internacional como se puede ver en la imagen; una experiencia muy negativa en la mayoría de los sentidos. El italiano es el Fratelli la Búfala, situado estratégicamente entre las salidas de Recoletos, Colón y Alonso Martínez. Con una buena ubicación por tanto, al restaurante llegué con mi pareja sin ningún tipo de recomendación y sin haber oído hablar antes de él, si llegamos fue por una oferta de Groupalia, una de las múltiples páginas con descuentos que hay en internet. La oferta pintaba muy bien: dos pizzas, dos bebidas y dos postres por 13 euros, muy buen precio desde luego. Además se vendía como un restaurante de proyección internacional: “Cadena que ha pasado por Francia, Inglaterra o EEUU.” eran las palabras textuales del anuncio, así pues, bastante animados, fuimos a comer.
Desde que nos fuimos acercando no me gustó demasiado por un pequeño detalle: al ser entre semana había menú pero, al contrario que otros restaurantes, el menú estaba fuera del local escrito a tiza sobre una pizarra; podéis pensar que es un detalle tonto pero a mí, cuando voy a comer a un sitio, la presentación es muy importante porque te hace sentirte a gusto y la pizarra escrita a tiza no era la mejor presentación que digamos.
Lo cierto es que el recibimiento fue bueno y agradable aunque extraño pues nos recibió una chica sin uniforme, vestida de calle, por lo que no supimos si era la encargada, una ayudante o realmente una trabajadora del local. El caso es que nos llevó hasta una mesa y a partir de ahí se puede decir que lo “agradable” se terminó. Si bien es cierto que de la carta había muchos productos que no se entendían por estar su composición en italiano y no identificarse qué eran en nuestro idioma, además te contaba toda esa proyección internacional ya mencionada; pero más que hablar de esa proyección hablaba de cómo se había llegado a formar el restaurante y la vida de los tres hermanos que le habían dado forma. Así es como nos enteramos de que posiblemente alguno de los cuadros colgados en las paredes estarían pintados por uno de los hermanos pues al parecer su afición es la pintura. Y hablando del decorado añadir que posee una decoración taurina, con los Búfalos pintados en distintos colores cálidos que le da un toque vivo al local.
Decoración de la pared del Fratelli la Búfala |
En general es bastante bonito, con los colores, las mesas de madera y las ventanas propias de un establecimiento construido en un edificio antiguo, eso sí, cuando te sientas y te encuentras con el mantel y las servilletas de papel la sensación de cutrismo vuelve a instalarse en el cuerpo. Un restaurante que se precie no usa manteles de papel, eso es más de los típicos chiringuitos de playa o de algunos bares y heladerías.
Con los manteles y servilletas de papel llegó el momento de pedir la bebida, aunque estaba incluida no pedimos nada fuera de la normal: mi pareja una Coca-cola y yo una cerveza con limón. A la Coca-cola se han adaptado a la hora de poner las nuevas botellas bastante más grandes que las anteriores que apenas llenaban un vaso, pues ahora son de 350Ml; sin embargo en lo que se refiere a una cerveza con limón, acostumbrada a las copas de los restaurantes en los que de vez en cuando como de menú, me encontré una caña, si, de esas que ponen en los bares con unos cacahuetes y da gracias, pues de esas. Era tan pequeño el vaso que en tres tragos no muy largos podría habérmela terminado, así que por ese lado bastante mal también.
Pero no se preocupen señores, que aun no ha llegado lo peor. Al final pedimos la comida y nos decidimos mi pareja por una pizza de 5 quesos y yo por una de queso, jamón dulce (o lo que es lo mismo jamón de york) y champiñones. De rapidez no podemos quejarnos: tardaron 5 minutos escasos en traernos las pizzas, lo que está bien pero yo no pude evitar preguntarme cómo fue posible tal rapidez: ¿acaso las tenían ya hechas y solo las calentaron? No sé a ustedes pero a mí, cuando como fuera de casa me gusta tener la sensación de que algo está recién hecho, no recién calentado… pero bueno, siendo sinceros no fue eso lo que me preocupó, aun podían mejorarlo todo mucho más: mis champiñones eran de lata. Técnicamente aunque fuésemos con una oferta teníamos derecho a escoger una pizza de la casa con las mismas condiciones que cualquier cliente por lo que pensar en pagar por una pizza 12,95 euros, que era lo que la mía debería costar fuera de la oferta, y que los champiñones que trae sean de lata dice muy poco a favor del restaurante y su cocina. Básicamente, por comparar, la última vez que comí champiñones de lata en una pizza fue en un local de comida rápida donde tú pides y pagas por una ventanilla y en 10 minutos te dan tu pizza y te vas a tu casa, no te la comes allí; aquella pizza me costó 4 euros.
Respecto a la de mi pareja el queso de búfala cubría la mayoría de la pizza; para los que lo hayáis probado coincidiréis en que no es un queso demasiado sabroso que digamos, es más, se puede considerar realmente soso, por lo que resultó una pizza bastante insípida para él que es un amante de los quesos fuertes. Pero de eso no se puede culpar al restaurante ya que si vas a un sitio especialista en queso de búfala y ese tipo de queso no te gusta… en fin, que entrar a comer o cenar es un absurdo.
En definitiva, que aunque la pizza no estaba mala, en el sentido de los ingredientes la cosa fue bastante amarga. A favor decir que la masa estaba muy buena, mucho borde, eso sí, pero aun así muy sabrosa.
A mitad de la pizza me había terminado mi caña de cerveza por lo que me tocó pedir un vaso de agua; como ya he dicho al principio el servicio era agradable así que me lo trajeron sin problemas y con bastante rapidez.
Según empezamos a comer, como es normal, empezamos a tener calor, para algo es verano en esta época; el problema es que lo que es el aire acondicionado en aquel lugar parecía no existir. Que el aire estuviese mínimamente puesto hacia que en el sitio hiciese bastante calor, lo que hacía la estancia bastante incómoda en cuanto empezó a entrar gente y el restaurante se empezó a llenar. Así pues a mitad de la pizza, entre el calor y el tamaño de mi bebida, yo ya me había terminado mi caña de cerveza por lo que me tocó pedir un vaso de agua. Como ya he dicho al principio el servicio era agradable así que me lo trajeron sin problemas y con bastante rapidez.
Llegaron los postres y el caos pareció instalarse en el restaurante. Llegó la chica que nos había recibido, la que no llevaba uniforme, y entre el español y el italiano nos dijo que de la carta podíamos pedir todos los platos excepto uno que no se incluía en la oferta. Cuando nos decidimos, al pedir, nos dijo que Il Cannelloni, el plato que mi pareja había pedido, no quedaba porque estaba agotado, así que pedimos los dos el mismo postre. Cinco minutos después uno de los camareros se acercó para comunicarnos que el postre que habíamos pedido era el único que no quedaba de la carta; con sorpresa, y tras un intercambio de preguntas y respuestas descubrimos que no solo quedaba Il Cannelloni, que inicialmente estaba agotado, sino que el plato que no podíamos pedir sí que estaba a nuestra disposición. Véase que la chica que nos atendió no se enteraba de nada o sino no se explica aquella situación.
Como los ingredientes de los postres también estaban en italiano no nos quisimos arriesgar ante la falta de explicación de en qué se constituían los platos y pedimos Il Cannelloni mi pareja y yo la tarta de queso de búfala con frutos rojos. El canelón también era de queso de búfala por lo que volvió a ser bastante insípido y si bien la tarta era obviamente de ese tipo de queso los frutos rojos era inexistentes. Cuando alguien se pide una tarta de frutos rojos se espera encontrar mínimo la imagen que pongo aquí: mermelada de frutos rojos y luego recubierta de arándanos, moras, fresas, etc. en este caso no hubo mermelada, pero tampoco frutos rojos pues la tarta consistía en una base de galleta, la tarta de queso y cinco, si, cinco arándanos escarchados, ni siquiera frescos y bastante duros, por encima. Así pues nos fuimos sin terminárnoslos.
Como los ingredientes de los postres también estaban en italiano no nos quisimos arriesgar ante la falta de explicación de en qué se constituían los platos y pedimos Il Cannelloni mi pareja y yo la tarta de queso de búfala con frutos rojos. El canelón también era de queso de búfala por lo que volvió a ser bastante insípido y si bien la tarta era obviamente de ese tipo de queso los frutos rojos era inexistentes. Cuando alguien se pide una tarta de frutos rojos se espera encontrar mínimo la imagen que pongo aquí: mermelada de frutos rojos y luego recubierta de arándanos, moras, fresas, etc. en este caso no hubo mermelada, pero tampoco frutos rojos pues la tarta consistía en una base de galleta, la tarta de queso y cinco, si, cinco arándanos escarchados, ni siquiera frescos y bastante duros, por encima. Así pues nos fuimos sin terminárnoslos.
Antes de irnos bajé a la baño. El aseo de los restaurantes, pasar por ellos, es para mí como una tradición, son bonitos, cuidados y se puede ver el nivel de un restaurante por ellos. En fin, si antes ya he dicho que hacía calor en el restaurante no os podéis imaginar en el baño, la humedad era imposible, no olía bien y la atmosfera en general era muy asfixiante. Dentro el baño era más o menos espacioso, eso sí, no había indicativo en las puertas de cuál era para hombres y cuál para mujeres pues solo aparecían en las puertas dos palabras en italiano que no dejaban nada claro qué significaban y solo había un cuerno en cada puerta por lo que me colé en el de hombres sin querer. Otro fallo para mí.
Lo cierto es que la comida salió bastante bien con la oferta: 6,50 euros por cabeza; que ahora bien, visto lo visto, se entiende perfectamente. Me fui con una sensación bastante amarga y, sin mirar atrás, tuve muy claro que no volvería por allí. Una pena, supongo, porque yo soy de las que, si les gusta un sitio, repiten.
* Todas las imágenes de este post han sido obtenidas de fuentes de imágenes de internet.
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