“Libre, y para mi sagrado, es el derecho de pensar... La educación es fundamental para la felicidad social; es el principio en el que descansan la libertad y el engrandecimiento de los pueblos.” Benito Juárez.
La forma más sencilla de explicaros esto es con mis propias experiencias: realizó un Master de Comunicación Social en la Universidad Complutense de Madrid. Desde que me inicié en la carrera, antes de terminar el primer año, gracias a mi experiencia con dos profesores maravillosos, quise dedicarme a la docencia; de repente, algo que no había tenido claro nunca: el qué hacer con mi futuro, se definía más claro con palabras como Becas de Colaboración, Doctorado e Investigación. Desde entonces he dedicado mi carrera a hacerlo lo mejor posible para poder conseguir las notas que me permitiesen llegar hasta donde quería. Ha sido una lucha constante, muy dura, hasta llegar a este master para el cual había ido ahorrando trabajando a tiempo parcial en el área comercial y por fin llegué a él, la puerta que me daría paso al doctorado. A pesar de ser un master de dos años (un año más de lo que yo esperaba) acepté cursarlo y pagarlo porque podía y porque, ante todo, era lo más relacionado con lo que quería hacer: doctorarme en Historia sin perder mis relaciones con mi carrera, el Periodismo.
Este artículo de opinión que voy a escribir he de decir que es algo que me está mordiendo por dentro y muy hondo desde hace tiempo. No sé lo que va a salir de aquí ya que la situación que actualmente está sufriendo la educación y la cultura en este país llamado España está alcanzando un estado de decadencia que no deja de alarmar a todo aquel que tiene un mínimo contacto con él.
Hace ya un tiempo que escribí sobre cómo el estudiante ha de elegir lo que quieres a edades muy tempranas y de cómo el futuro parece comerse poco a poco nuestra libertad a la hora de elegir profesión, coartándonos, desde muy jóvenes, a que decidamos qué queremos ser de mayores. Ahora este suceso está pasando a un segundo plano ante el hecho, comprobado en persona, de que la duda dominante es si vas a poder costearte ese futuro.
La forma más sencilla de explicaros esto es con mis propias experiencias: realizó un Master de Comunicación Social en la Universidad Complutense de Madrid. Desde que me inicié en la carrera, antes de terminar el primer año, gracias a mi experiencia con dos profesores maravillosos, quise dedicarme a la docencia; de repente, algo que no había tenido claro nunca: el qué hacer con mi futuro, se definía más claro con palabras como Becas de Colaboración, Doctorado e Investigación. Desde entonces he dedicado mi carrera a hacerlo lo mejor posible para poder conseguir las notas que me permitiesen llegar hasta donde quería. Ha sido una lucha constante, muy dura, hasta llegar a este master para el cual había ido ahorrando trabajando a tiempo parcial en el área comercial y por fin llegué a él, la puerta que me daría paso al doctorado. A pesar de ser un master de dos años (un año más de lo que yo esperaba) acepté cursarlo y pagarlo porque podía y porque, ante todo, era lo más relacionado con lo que quería hacer: doctorarme en Historia sin perder mis relaciones con mi carrera, el Periodismo.
Hasta aquí todo bien, pero imaginaos la sensación de agobio, de agujero bajo los pies cuando, de un día para otro, en tu recibo bancario emitido por la universidad par el primer año de master pone 1.700 euros a pagar y en la universidad las nuevas tasan marcan 3.900 (65 euros el crédito por 60 créditos), es decir que pasamos de que un solo año es más que lo que inicialmente iban a ser los dos años de master juntos (3.400) y que, sumando ambos años, el precio se pone en 7.800 euros.
De repente no puedes pagar tu futuro, lo que tenías pensado y por lo que te habías esforzado se quedaba reducido a un vacío en el estómago… solo puedo deciros que la sensación de impotencia, de no saber qué hacer se instaló de una manera de la que todavía no he conseguido soltarme de ella.
Al principio me angustié, luego pensé en las becas (que nunca me dan) y me volví a angustiar y luego llegué al master, vi las caras de mis compañeros que les había pasado lo mismo que a mi, y entonces, cuando te das cuenta de que no estas sola en ese enorme vacío, me relajé.
Si he de ser sincera no me preocupa tener que buscarme la vida para pagarlo, no es eso lo que me inquieta pues lo primero que me dije a mi misma es que llevo trabajando desde los 18 años, sé lo que es estudiar y currar al mismo tiempo al igual que muchos otros estudiantes así que no era eso lo que me angustiaba, lo que aun me reconcome las entrañas a veces, cuando lo pienso fríamente, es que han puesto un precio que, si quieres pagar, has de trabajar para conseguirlo... pero lo han establecido en un país en el que no hay trabajo, en un país donde la cifra de parados aumenta mes a mes. La Organización Internacional de Trabajo (OIT) establece a España con el mayor número de parados según un artículo de El Mundo del 10 de Septiembre; en dicho artículo se establecen cifras tales como que el 18% de parados que se preveía para el 2012 en el 2010 ha sido superada con creces, situándose actualmente en un 25%. Si esto no es alarmante solo hay que ver las previsiones de la OIT: para el 2015 se pronostica un 23,4%, es decir, que apenas se habrá conseguido crear empleo y, en lo tocante a los estudiantes, que el paro juvenil seguirá instalado en un 50%.
Si he de ser sincera no me preocupa tener que buscarme la vida para pagarlo, no es eso lo que me inquieta pues lo primero que me dije a mi misma es que llevo trabajando desde los 18 años, sé lo que es estudiar y currar al mismo tiempo al igual que muchos otros estudiantes así que no era eso lo que me angustiaba, lo que aun me reconcome las entrañas a veces, cuando lo pienso fríamente, es que han puesto un precio que, si quieres pagar, has de trabajar para conseguirlo... pero lo han establecido en un país en el que no hay trabajo, en un país donde la cifra de parados aumenta mes a mes. La Organización Internacional de Trabajo (OIT) establece a España con el mayor número de parados según un artículo de El Mundo del 10 de Septiembre; en dicho artículo se establecen cifras tales como que el 18% de parados que se preveía para el 2012 en el 2010 ha sido superada con creces, situándose actualmente en un 25%. Si esto no es alarmante solo hay que ver las previsiones de la OIT: para el 2015 se pronostica un 23,4%, es decir, que apenas se habrá conseguido crear empleo y, en lo tocante a los estudiantes, que el paro juvenil seguirá instalado en un 50%.
Estas cifras, desalentadoras, muestraban un futuro oscuro donde la formación y la educación parecían erigirse como único escudo, como un lugar en el que refugiarse bajo su gran ala hasta que pasara la tormenta. Pobres, y nunca mejor dicho en su sentido literal, de los que lo creyeron, la ingenuidad nos ha comido terreno, o más bien, esta ha sido la piel de cordero que el Gran lobo, el Gobierno, ha llevado puesta para dejarnos con lo puesto.
Hace mucho que se veía venir esta situación donde lo público cada vez se va sacrificando más y más. La sanidad, la educación… cada vez se recortan más, igual que la investigación. Cuando hice un post donde citaba el libro de Tony Judt Algo va mal, hablé de que la mayor expresión de estos bienes públicos sacrificados es la libertad y como esta había sido sacrificada en aras de la seguridad en otros periodos pero ahora… ¿en aras de qué estamos sacrificando lo más preciado que tenemos? Si he empezado este post citando a Benito Juárez es porque habla de la libertad de pensamiento, de la educación y de como ella misma es la que hace crecer a los pueblos. Estamos perdiendo algo muy valioso al ponerle precio, al acotar la extensión de las oportunidades que la sociedad puede tener para prosperar.
A veces pienso que es imposible salir de este circulo en el que nos hemos metido. Miro mi facultad y lo único que veo son las mismas ventanas rotas, las persianas que no bajan, los ordenadores viejos y pienso… ¿a dónde va todo el dinero que cuesta mi educación? Los mismo pasa con los contenidos, ni siquiera estoy aprendiendo cosas nuevas, es una repetición de lo que ya he estudiado en la carrera; ni siquiera se molestan en qué aprenda algo más, en ayudarme a crecer ya que invierto en ello. No.
Hemos vuelto a los tiempos en que estudiará quien pueda y no quien quiera y lo peor es que se hará en una sociedad donde al que quiera no se le darán oportunidades. Nuestro país se muere desde dentro porque está quitando importancia precisamente a lo más importante que tiene: la capacidad de pensar, de educar nuestro cerebro con conocimientos, de vivir como queremos vivir, de desempeñar nuestros sueños contribuyendo al lugar en el que hemos crecido.
No sé que voy a hacer para poder mantener lo poco que nos queda a flote, seguir moviéndonos, quejándonos y supongo que, ante todo, no perdiendo la esperanza. El futuro no nos pinta nada favorable y cada vez parece más difícil poder darle la vuelta a la tortilla sin que las consecuencias sean dramáticas.
No tengo una conclusión optimista ni una idea brillante que pueda decir para terminar este post con una visión sobre el futuro. Me gustaría de veras no sentirme al borde de una escalera hecha con dinero que he de sortear para llegar al futuro que con tanto ahínco he intentado construir y que tan rápidamente me están robando, a mi y a otros tantos miles de estudiantes y ciudadanos… pero no puedo porque, al igual que la cita que inicia este artículo, creo que nuestra cultura y nuestra educación es lo que nos diferencia de ser meros animales, se supone que somos la punta de la pirámide de la era de al razón, del pensamiento… es lo que nos hace seres únicos e irrepetibles, especializados cada uno en lo que nos gusta, con ansias de seguir aprendiendo y creciendo.
Si nos ponen trabas a ese camino, a ese pensamiento que hemos de cultivar, sinceramente, no sé que nos va a quedar al final de este camino, ya no solo socialmente hablando, sino también respecto a nosotros mismos.
* Las imágenes que aparecen en este post han sido diseñadas por Lucía Berruga Sánchez, exclusivamente para este Blog
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