Con la llegada y expansión del
otoño, e intentando burlar las lluvias de esta imprevisible e inestable
estación, se nos presenta un momento perfecto para disfrutar del campo, de los
colores del monte y, para mí, una de las mejores oportunidades
para hacer excursiones y senderismo, pues la belleza de nuestros parajes
sobrecogerá a cualquiera.
Uno de mis lugares favoritos para
pasear son los alrededores de la urbanización de El Pimpollar, más concretamente la zona del Molino Nuevo (nombre irónico ya que realmente la zona está coronada por un molino prácticamente en ruinas), rodeado de
vegetación y el pequeño Río Cofio, que atraviesa esas tierras permitiendo la
existencia de la fauna y flora que allí habita.
El Pimpollar está cerca del pueblo
Santa María de la Alameda el cual está situado en la zona noroeste de la
Comunidad de Madrid, a los pies de la vertiente meridional de la Sierra de Guadarrama y por tanto se presenta como una tierra montañosa y ganadera. Su
término forma parte del Territorio Histórico de El Escorial: Monasterio,
Sitio y Entorno Natural y Cultural —declarado Bien de Interés Culturalpor la Comunidad de Madrid, mediante decreto 52/2006—. También está incluido
dentro del Paraje Pintoresco del Pinar de Abantos y Zona de La Herrería,
espacio natural protegido, constituido en 1961.
Lo más curioso es que Santa María
de la Alameda pertenece a la Dehesa de la Cepeda, el único territorio de la
Comunidad de Madrid que no está integrado dentro del triángulo que forma la
provincia. Se configura a modo de isla, entre las provincias de Segovia y
Ávila, por lo que El Pimpollar forma parte de esta isla, alejada del resto del
mundo, lo cual permite ese aislamiento que busca el montañista, ese alejamiento
de la ciudad para quedarse solo entre la naturaleza y el campo.
Entre los varios núcleos de
población que conforman Santa María de la Alameda, está Santa María La
Estación, donde, desde la estación y a pocos kilómetros, se sitúa la
urbanización El Pimpollar del que os hablo aquí, donde destaca la magnífica
construcción del Puente Recondo, viaducto que se encuentra atravesando el río
Cofio y que permite disfrutar de unas maravillosas vistas, además de hacer una
ruptura del paisaje natural como un pedacito de historia que la mano del hombre ha construido, de
manera positiva.
Respecto al Cofio decir que se
admite como río de montaña en la mayor parte de su recorrido y permite la formación
de pozas de gargantas donde bañarse a lo largo de su curso. El gran paisaje
medioambiental que mencionaba antes de este río nos permite disfrutar de una
vegetación conformada por chopos, fresnos, sauces y alisos, así como también
permite la supervivencia y florecimiento de la fauna avícola, piscícola,
anfibia y reptil que habita en sus aguas y riberas.
Una de las cosas más habituales
que se pueden hacer en esta época es la búsqueda de níscalos, deliciosas setas
comestibles que son ideales para hacer un guiso con patatas, entre otros,
calentito y que es mano de santo con este tiempo que tenemos.
Aunque es posible que no tengas suerte si ha llovido mucho y ha habido poco sol, merece la pena hacer el recorrido de búsqueda metiéndose monte adentro para intentar encontrarlas. Debido a toda esta gran riqueza que se nos ofrece gratuitamente a lo largo y alrededor del río, se han articulado rutas de senderismo que permitirán al transeúnte disfrutar de todas las maravillas que nuestros montes poseen.
Aunque es posible que no tengas suerte si ha llovido mucho y ha habido poco sol, merece la pena hacer el recorrido de búsqueda metiéndose monte adentro para intentar encontrarlas. Debido a toda esta gran riqueza que se nos ofrece gratuitamente a lo largo y alrededor del río, se han articulado rutas de senderismo que permitirán al transeúnte disfrutar de todas las maravillas que nuestros montes poseen.
Merece la pena arriesgarse y salir a
pasar el día fuera, escapar de la ciudad y pasear bien abrigados, disfrutando
de los colores del otoño, del murmullo tenue y constante del agua y de los
saltos de las ranas, que a nuestro paso por la vereda del río, iremos observando
si estamos atentos.
También tendremos que compartir camino y monte con las
vacas que andan sueltas por allí, y, por supuesto, si podemos esperar a que
llegue la noche antes de irnos, contemplaremos un precioso cielo estrellado,
que brilla como solo puede hacerlo aquel alejado de la contaminación lumínica
de la ciudad.
Una escapada que merece la pena
hacer y que, los amantes del campo, seguro sabrán apreciar.
* Todas las imágenes de este post han sido hechas por Lucía Berruga Sánchez (L.B.)
Quizas para mi no me parezca tan especial pero sin duda todo el mundo que ha venido se ha ido encantado. Una lastima q se acabo la temporada de niscalos. Pero sin duda un gran post para un tan pequeño pueblo
ResponderEliminarPero eso es porque a veces estamos tan acostumbrados a lo que tenemos que no nos damos cuenta de lo positivo o bueno que es, pero para los que vamos esporádicamente es un sitio genial que ofrece un montón de posibilidades para desconectar del mundo y de la ciudad, por eso todos salen encantados y con buenos recuerdos de allí.
EliminarY muchas gracias por tu comentario Okami, como siempre ya sabes que eres bienvenido por aquí :) Me alegra que te haya gustado y ya repetiremos en cuanto se pueda.