LUGARES DONDE DORMIR Y RESTAURANTES PARA ALEGRARSE EL PALADAR
Tras haberos contado pequeñas
porciones de esta bonita ciudad en el post anterior, narrándoos qué podéis ver
y la historia que encierran tras sus muros y en sus calles es el momento de
contaros mi experiencia en cuanto a la restauración y a la hostelería que
alberga la ciudad.
Fuente |
Vistas desde el Hotel |
Respecto a dónde comer contaros
que el primer día escogimos el lugar por precio, en un restaurante llamado La
Catedral, bonito, con dos plantas donde las cristaleras daban de vista a la
catedral como bien marca su nombre. Lo que nos gustó aun así como se decía
fueron los precios, tenía tres menús distintos, pero nos interesaba el sencillo
y más barato: 10,50 con cuatro primeros y cuatro segundos entre los que elegir.
No era especialmente reseñable pero la presentación era bonita; yo me pedí una sopa castellana para poder
combatir el frío, y mi pareja unos espagueti con tomate de primero; de segundo
él se pidió unos filetes de cerdo empanados y yo un filete de ternera que, si
bien no estaba mala, era muy finita y estaba demasiado pasada para mi gusto.
Pero aun así comimos bien, la presentación era bonita, muy agradable en madera
y los camareros correctos, por lo que por precio y comodidad no nos podíamos
quejar.
Hay que decir que en Segovia no
es barato comer, los menús no suelen bajar de 15 euros por persona y en general
están todos entre 20 y 30 euros por persona debido a que suelen incluir
cochinillo o cordero. Sin embargo hay algunos en los que merece la pena hacer
el esfuerzo económico. Os cuento:
Para cenar habíamos reservado (ya
que no conseguimos hacerlo para comer) en el Restaurante California, recomendado por un blog amigo: Taste and go, que me lo destacó en realidad
calidad-precio, y que, desde luego, no nos decepcionó. Eso si, mi recomendación
es que reservéis con tiempo (cosa que nosotros no hicimos pues reservamos el
mismo día por la mañana) y que lo hagáis para comer, porque en este restaurante
se come con un menú cerrado que introduce gran cantidad de comida. Lo principal
allí es coger el cochinillo, que siempre es el segundo plato del menú, aunque
hay distintos tipos de menú donde de segundo se puede escoger entre entrecot u
otra carne de calidad, o algún tipo de pescado.
Nosotros escogimos el menú de
25 euros: un plato de entrante, cochinillo y postre, con bebida; por sugerencia
del camarero compartimos los entrantes, de forma que nos trajeron primero uno y
luego el otro, ambos con gran cantidad de comida, no eran unas meras tapas y
solo con los dos platos habríamos cenado más que de sobra.
Entre todos los que se nos
ofrecían escogimos pisto con huevo y revuelto de morcilla. El primero vino con
dos huevos, detalle sin duda de que era un plato a compartir, con una cantidad
más que generosa y, muy curioso, un muestrario de sales que nos dieron a “catar”
agitándolas, tapándolas y ofreciéndolas para que viésemos a qué olían; entre
las sales destacaba la de hibiscos, la de aceituna negra y la de limón. Respecto al revuelto venía con
patatas paja natural frita, muy buenas, y con piñones lo que le daba un toque
delicioso. Un gran plato que acompañado con un buen pan hizo que hizo las
delicias de los entrantes dejando paso al cochinillo.
Este llegó, medio cochinillo
entero para dos, en bandeja de barro, con las patatas fritas dentro y, aparte,
un bol, también de cerámica, con salsa para echarlo a un lado y no estropear la
piel del cochinillo. Lo cierto es que a mí no me va mucho, porque es una carne
que suele cansarme y me resulta un poco grasa, por eso siempre cojo la pata o
la cabeza, donde haya menos cantidad de carne para no cansarme; pero estaba
francamente bueno, muy tierno y muy poco graso, para lo poco que me gusta lo
disfruté bastante . También te sirven una ensalada, aparte del cochinillo,
ideal para rebajar la gran cantidad de comida que te comes, para ella te ponen
un vinagre balsámico de fresa que, junto con la sal de sabores, hace de la
misma una delicia.
Por ultimo llegó la hora de los
postres, para lo cual te traen otra carta como con 10 o 12 platos de postre a
elegir, a cada cual con mejor aspecto. Mi pareja se pidió una mus de chocolate
con cacao amargo que le trajeron en un bol de cerámica, muy casera y con una
pinta excelente que aun sabía mejor.
Yo me pedí un mus de yogurt con tallarines
de chocolate que estaba deliciosa y tenía
un detalle muy especial: el recipiente en el que venía era un barquillo
con chocolate por dentro, de forma que te lo podías comer una vez terminado la
mus.
Para rematar ambos postres fueron bañados con chocolate caliente,
delicioso, aunque obviamente yo no pude con la totalidad del postre, había
rebasado mi límite de comida y más para la hora de la cena.
Recomendado al 100%, super majos
los camareros, una atención excelente como es lo del muestrario de las sales o
que te enseñan el cochinillo que te van a servir antes de hacerlo, y la comida
maravillosa. Aunque lo dicho, para ir a comer, ya que para cenar es demasiado
comida, pero merece la pena, una gran recomendación sin duda que nos encantó.
Así llegamos a San Marcos tras visitar el Monasterio de Santa María del Parral, tras la preciosa misa con cantos gregorianos que os he contado en el anterior post, caminando por el pueblo y bajo la permanente vista del Alcázar al otro lado del río.
En San Marcos nos encontramos con tres hojas de ofertas entre las cuales escogimos una amplia variedad de platos: de entrantes pedimos un cuarto de percebes que estaban a 40 euros el kilo y aprovechamos para degustar este manjar marino ya que estaban tan bien de precio; también un variado de croquetas casera sobre un lecho de patatas paja entre las que destacaban las típicas de jamón serrano, pero también las de setas, bacalao y, especialmente, las riquísimas croquetas de pulpo.
Luego ya llegamos a los platos
propios, mi pareja se pidió un cordero con ajo y perejil que estaba muy bueno y
tierno y yo unos sapitos (rapes pequeños) en salsa marinera con gambas y con un
toque campestre de setas variadas, que
confería un sabor delicioso al guiso y que encajaba a la perfección con
el sabor peculiar de este tipo pescado.
Lo mejor era el tamaño, con
ninguno de los platos se cortaron un pelo y las raciones fueron más que
esplendidas. Así paso que no pedimos postre aunque todos tenían muy buena pinta
pues estábamos muy llenos, especialmente por la croquetas que fue lo menos ligero
de todo lo que pedimos; sin embargo fue todo un placer y nos alegramos mucho de
escoger este restaurante, sí que es cierto que fue más caro que el Restaurante
California también por la cantidad de comida cada plato ronda entre los 10 y 15
euros; mis rapes por ejemplo fueron 13 euros y el cochifrito de mi pareja 15.
En total nos salió por 65 euros los dos, 10 euros más caro que en el
Restaurante California.
Nos había llevado hasta allí una
recomendación de mi madre y movidos por el impulso de comer caracoles, y lo
cierto es que también fue todo un acierto porque había tantos platos que no
sabíamos bien qué elegir y estaban todos impecablemente bien hechos. Desde
marisco, hasta carne pasando por pescado, bien atendidos y con dos detalles que
harían que yo volviese al restaurante si vuelvo a Segovia: que me invitaron a
la infusión y que, al traer la cuenta, me regalaron un precioso clavel.
En definitiva, recomendaros el
hotel en el que estuve aunque hay otros que también tienen muy buena pinta y,
por supuesto, en cuestiones de restauración animaros a probar estos dos últimos
restaurantes que os menciono, pero sin olvidar que hay muchos otros sitios que
tienen muy buena pinta y en los que seguramente comer también sea toda una experiencia
gastronómica digna de reseñar.
Pero sobretodo animaros a ir a
Segovia y a que no dejéis pasar todo lo que puede ofrecer a sus visitantes; os
animo a introduciros en todo ello y a que os dejéis inundar para disfrutar de
las pequeñas cosas que solo ciudades como esta pueden ofrecer.
* Todas las fotografías de este post, exceptuando en al que cito la fuente, han sido tomadas por Lucía Berruga (L.B.)
* Todas las fotografías de este post, exceptuando en al que cito la fuente, han sido tomadas por Lucía Berruga (L.B.)
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