Es habitual, como dice mi pestaña
de Arte y Gastronomía, hablaros de una cosa o de otra en mis post, sin embargo
el otro día hice una salida con mis padres y tuvimos ambas cosas en el mismo
paquete, lo cual fue una experiencia muy agradable. Fuimos a ver la exposición de Pissarro, en
el Museo Thyssen, y tras ello, andando por la Gran
Vía hasta llegar a Fuencarral, nos paseamos por esta hasta la Calle
Colón, donde encontramos la Bodega de la Ardosa, una bodega centenaria, de las
que ya quedan muy pocas, fundada en 1892.
Respecto a la exposición de
Pissarro decir que fue una verdadera delicia. La exposición se termina el día
15 de septiembre, en apenas unos días y la verdad es que merece la pena, aunque
es un poco cara: 10 euros o 6 si se tiene el carnet joven o de estudiante. Por
lo general yo no haría un post sobre una exposición que cuesta dinero, pues
estoy a favor de la cultura gratuita al alcance de todos, pero como encontrar
una exposición en las que se junten las obras de este autor es muy complicado
porque están repartidas por todo el mundo, os hablo de ella para mostraros
algunas de sus obras que esta exposición presenta.
La primera parte de la exposición
se denomina Hacia el Impresionismo y se presenta con dos obras muy
significativas: La paleta del artista con paisaje (imagen de debajo a la izquierda) y su Autorretrato (imagen de arriba a la derecha), ambos
acompañados de un texto que dice así “«Humilde y Colosal» como lo llamó su
amigo Cezanne es la figura fundamental del impresionismo y, al mismo tiempo, la
menos reconocida de ese movimiento”.
Con esa descripción que hizo Cezanne, su
paleta y su autorretrato podemos hacernos una idea la magnífica obra que se nos
va a presentar donde lo que se pretende es hacer una retrospectiva que se
centre en el paisaje, tanto rural como urbano.
Así, en esta primera parte,
encontramos cuadros como del de Orillas del Marne (imagen de debajo), donde la
forma de utilizar la luz y la perspectiva (teniendo en cuenta que son obras
tempranas del pintor) muestran un adelanto de la genialidad y el tipo de
pintura que vamos a encontrarnos en esta exposición. También hay más obras como
La Varenne-Saint-Hilaire, otro ejemplo de su pintura al natural en lugares
próximos a París y que son obras emparentadas con la escuela de Barbizon en las
que se refleja la influencia de Corot (a quien conoció en 1857), Courbet y Daubigny.
La siguiente parte de la exposición
se titula Louveciennes - Londres - Louveciennes (1869-1872), donde se nos
presentará obras con un nuevo estilo impresionista que forjará junto a Monet
con el que trabajará.
Un año más tarde con la guerra franco-prusiana Camille se
refugia en Londres donde tendrá influencias de otras obras como las de Turner y
Constable. De esta etapa destaca el Camino de Versalles, Louveciennes, sol de
invierno y nieve (imagen de la derecha).
* Todas las imágenes de este post, exceptuando las de la Taberna de la Ardosa y con la que se presenta el post que han sido hechas por Lucía Berruga Sánchez, han sido obtenidas de las fuentes de imágenes de Internet.
Uno de mis cuadros favoritos de
la exposición se encuentra en este apartado de la exposición y es El bosque de
Marls, cuya profundidad y detalle de los bosques, unido al uso de las
luces y sombras hace de la obra una
auténtica delicia de contemplar.
En la siguiente parte, Retorno a
Pontoise 1872-1882, donde tras su vuelta a este pueblo cercano a París residirá
allí con su familia y conseguirá un escenario donde se mezclan rasgos puramente
rurales con un incipiente desarrollo industrial. Ambos componentes se reflejan
en sus diferentes obras como Campo de Coles (imagen de la izquierda) donde, a
pesar de la pincelada amplia y gruesa, se percibe perfectamente la forma de las
coles al principio de la obra, también destacan La côte des Boeufs, el Hermitage o El estanque de Montfaucault, imagen de debajo:
Respecto al desarrollo industrial
se ve en obras como las Orillas del Oise en Pontoise que plasman en el lienzo
una composición de espacios de pintura casi abstractos por separado pero que en
conjunto crean formas perfectamente reconocibles que se fusionan los colores
dando lugar a obras como El Oise cerca de Pontoise, día nublado (imagen de la derecha). También aparecerán obras en
relación a la vida de ciudad y de lo que se lleva a la vida industrial como con
La joven criada, pintado en 1882 u obras donde se entremezclan las
casas con el bosque como en el Sendero de la Raviniére, Osny de 1883 (imagen de debajo).
En Los campos de Éragny 1884 –
1903 se nos presentará a través de las obras la localidad rural que sería el
último lugar de residencia permanente de Pissarro, allí su pintura se
concentrará en los huertos y prados cercanos a su casa con obras como La casa
de la Folie, atardecer (imagen de la izquierda), donde los principales protagonistas serán los árboles
frutales; de esta forma encontramos varias obras sobre manzanos como Manzanos en Eragny, otoño o Huerto, cielo nublado por la mañana, Eragny.
En estas obras se pueden apreciar el puntillismo o
neoimpresionismo, estilo que Camille puso en práctica por su deseo de
renovación pero que abandonó hacia 1890.
La siguiente y última parte de la
exposición es En las ciudades, dividida en dos salas donde el espectador
encontrará obras completamente centradas en el paisaje urbano como si Camille
quisiera compensar su creciente aislamiento de los años campestres en Éragny.
De esta forma en las dos últimas salas se recogen las vistas de ciudades como París
o Londres entre otras y destacan obras como Los bulevares exteriores, efecto de
la nieve (imagen de la derecha).
A partir de 1891, a causa de una
enfermedad ocular, Pissarro no puede trabajar mucho tiempo fuera de casa y se
ve obligado a pintar desde la ventana de su estudio o de las habitaciones de
los hoteles realizando fascinantes obras como Rue Saint-Honoré por la tarde, efecto
de lluvia (imágen de la izquierda), El Louvre por la tarde bajo la lluvia o Pontde la Clef, Brujas, Bélgica. También encontraremos series como las de Ruán donde plasmará diferentes perspectiva de los
puentes destacando obras como Pont Boieldieu y Pont Corneille, Ruán, efecto delluvia o Puente de piedra de Ruán, día nublado (imagen de debajo).
Termino de hablar de este gran
genio remarcando la obra de El puente de Chaing Cross, de Londres, situado en
la última sala y con la que me quedé un rato contemplando porque era
verdaderamente genial; puede que fuesen los colores o el estilo de la
pincelada, pero me pareció simplemente magnífica. Con ella me despido de este
gran artista y preciosa exposición que me encantó poder visitar y os doy paso a la segunda parte de aquella bonita tarde.
Tras la magnífica visita que os acabo de narrar, y en la
que estuvimos más de una hora, nos dirigimos a la Bodega de la Ardosa, una de
las tabernas que, junto con otros pocos restaurantes, forman los lugares más
antiguos de Madrid aun en funcionamiento. Aquí os dejo la página web que los
reúne a todos y que, desde luego, aunque tarde tengo decidido pasar por todos
para probarlos aunque solo sea una vez.
Esta taberna es muy pequeña,
además de la barra tendría solo cuatro o cinco mesas (barriles) donde poder
situarse a tomar algo. Estaba bastante lleno como parece ser habitual así que
al principio nos tocó quedarnos de pie aunque, en un rato, pudimos sentarnos;
es un lugar lleno de botellas en los estantes, con ese aire inconfundible de
los lugares antiguos, lleno de diferentes lenguas pues suele ser típico que
venga gente de fuera a probar sus especialidades. Estas son la tortilla de patatas,
las croquetas y el salmorejo; son sus platos estrella y los pedimos todos.
Las
croquetas tienen de varios tipos y se pueden pedir en ración o por separado para
poder pedir de diferentes clases, nosotros elegimos la segunda opción y pedimos
cuatro croquetas: dos de cabrales (deliciosas y con el toque inconfundible de
este queso), una de cecina y otra de bacalao; estaban todas deliciosas, aunque
la más sosa fue, como ya me esperaba, la de bacalao.
Lo que estaba también riquísimo (tanto que antes de hacer la foto ya nos habíamos comido la mitad de cada uno) fueron los pinchos de tortilla española que, dicen, son los mejores de
Madrid y la verdad es que no los he comido iguales en ninguna otra taberna o
restaurante por lo que puede que sea verdad. Nos los pusieron con tres pintas
de cerveza Urquell que pedimos estupendas también (ahí el mérito lo tiene la
cerveza, por supuesto, aunque estaba muy bien tirada).
Por último y porque a mí se me
antojó nos trajeron una tapa de salmorejo, en poca cantidad pero más que
suficiente pues, como buen salmorejo, era denso e intenso. Mis padres la
acompañaron de más cerveza y, a lo tonto y de picoteo, habíamos cenado.
Fue una experiencia muy agradable
el sumergirse en el mundo del arte para después entrar en un lugar centenario
que sigue intacto en el tiempo, comer comida típica de Madrid en pequeñas dosis
y acompañarlo todo de una buena cerveza. No hay nada como el arte para
alimentar el espíritu, pero si ya se puede acompañar de comida madrileña de
primera calidad no tiene defectos la velada pues, siempre lo he dicho, el buen
comer también es todo un arte.
* Todas las imágenes de este post, exceptuando las de la Taberna de la Ardosa y con la que se presenta el post que han sido hechas por Lucía Berruga Sánchez, han sido obtenidas de las fuentes de imágenes de Internet.
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