viernes, 17 de octubre de 2014

EL PRIMER VERANO DE NUESTRAS VIDAS


14 años después de El príncipe de las mareas, Pat Conroy vuelve con una nueva historia capaz de conmover al lector, convirtiendo a Charleston, Carolina del Sur, en el centro del mundo



Por si no lo sabéis ya por diversas entradas como Los libros de mi infancia o Mientras haya esperanzas y recuerdos... ¡habrá poesía!, mi libro favorito por excelencia es El príncipe de las mareas; no sé exactamente porqué, supongo que porque me llegó al alma, porque me sentí identificada con varios de sus personajes... o porque me caló de forma inevitable la forma de narrar la historia de la familia Wingo, así como le enorme y triste belleza que impregna cada una de las páginas, desde el principio hasta el final de las mismas.

No es de extrañar, por tanto, que cuando, por pura casualidad y mientras buscaba información del autor, encontrase su nuevo libro bajo el nombre de El primer verano de nuestras vidas, me lo apuntase de inmediato en mi lista de regalos pendientes aprovechando que llegaba Navidad.

Y así es como cayó en mis manos la nueva obra de Pat Conroy

Introducción

Para los que os hayáis leído El príncipe de las mareas la sinopsis del nuevo libro ya os traerá recuerdos del estilo de historia y personajes que en él os vais a encontrar: chicos problemáticos, con vidas familiares destrozadas a través de las cuales se podrán encontrar grandes diferencias sociales que, en más de una ocasión, marcarán el ritmo de la historia de una ciudad profundamente clasista y racista.

Todo empieza con Leo, que en el verano de 1969 con 18 años y a punto de empezar su último curso en el colegio que dirige su exigente, estricta y religiosa madre, se encuentra prácticamente recuperado del abismo en el que entró cuando encontró a su hermano Steve, adorado y querido por todos, muerto en la bañera tras haberse suicidado.

Sin embargo, antes de iniciar el curso y de que termine el verano todo cambiará cuando su madre le pide que ayude a los nuevos alumnos Sheba y Trevor, dos gemelos carismáticos, hijos de una madre alcohólica y un padre violento que los persigue allá donde vayan; Niles y Starla, unos huérfanos huraños que han huido de un centro tras otro; Molly y Chad, hijos de buenas y adineradas familias pertenecientes a la alta sociedad; e Ike, el hijo del primer entrenador negro del colegio. Leo será el núcleo de un círculo íntimo de estas variopintas y distintas amistades cuyos lazos durarán décadas y marcarán los acontecimientos del libro. La sinopsis define al extraño grupo diciendo: “Él será su salvación; ellos serán su vida”.

El estilo no ha cambiado por tanto: suicidios, alcohol, violencia, abusos y traumas infantiles con un profundo peso en el desarrollo de estos chicos, será lo que ponga el marco a una historia que, por supuesto, va mucho más allá que todo esto.

Los giros en el tiempo y el cambio de contexto también es algo que se repite pues en El príncipe de las mareas lo que marca la historia es que Tom tiene que viajar a Nueva York tras un nuevo intento de suicidio de su hermana gemela; será allí donde desgrane la historia de su familia a la psiquiatra de su hermana, creándose un giro entre el pasado que le cuenta a la psiquiatra y al presente que vive con ella y en esa ciudad tan distinta a Charleston.

Aquí el cambio en el tiempo y en el espacio proviene del viaje que hacen 20  años después de haberse conocido todos; cuando Sheba, convertida en una actriz famosa, vuelve a Charleston y les pide a todos que le ayuden a salvar a su hermano, desaparecido en San Francisco y del que del teme que esté enfermo y muriéndose de Sida al igual que todos sus amigos homosexuales, que ya han fallecido a causa de la enfermedad.

De esta forma, además del giro y cambio en el tiempo y el espacio, Pat Conroy traerá al lector la problemática del Sida de aquellos años.

La tercera parte del libro tendrá lugar otra vez en Charleston, al regreso de San Francisco, donde de nuevo tendrán que unirse para superar diversos desafíos de ese pasado que les ha marcado para el resto de sus vidas.

Los personajes

Leo como protagonista contará con una balanza con la que deberá jugar para poder equilibrarse: una madre demasiado estricta con el hijo que la queda  y un padre dulce y amable que hará de mejor amigo y apoyo fundamental para él. No siendo precisamente agraciado y conocido por tanto como El Sapo,  tras la muerte de su hermano el nuevo grupo de amigos y su sentido del humor, formarán su propia coraza para poder vivir consigo mismo y con el mundo que le rodea.

Sheba y Trevor son dos hermanos de extraordinaria belleza y cualidades artísticas, siempre juntos e inseparables, el pasado les persigue de la mano de su padre: abusador, controlador y violento, será el monstruo de sus pesadillas y de la pandilla, ya que en su obsesión no le gusta que sus hijos tengan contacto con el mundo, queriéndolos solo para ellos para así poder controlarles mejor.

Niles y Starla, dos huérfanos rebeldes y ariscos a los que la vida no les ha tratado bien provienen de la zona de las montañas de Carolina del Norte, lo que les convierte en lo más bajo de la sociedad, casi al mismo nivel que los negros en aquella época. Ambos huyen de allí a donde les mandan, incapaces de establecer lazos, buscando a su madre y a su abuela, a quienes detuvieron y llevaron a la cárcel, momento en el que los dos hermanos se quedaron solos.

Junto a ellos dos estará Betty, una chica de color del orfanato que Leo unirá a sus tropas. También estará Ike, hijo del entrenador negro del colegio y profundamente marcado por el odio racial de la época hacia su raza, lo que hará que no tenga simpatía hacia los blancos; cambiarse de instituto por el trabajo de su padre no le será fácil, pero la presencia de Leo, como cocapitán del equipo de su padre junto con él, unido al resto de la pandilla, hará del proceso algo más sencillo.

Por último estarán Molly y Chad, una pareja de la alta sociedad, expulsados de su antiguo colegio por posesión de drogas y admitidos en el que dirige la madre de Leo, lo que hará que también queden a su cargo para la nueva “integración” junto con la hermana de Chad, Fraser, una chica atlética y no físicamente atractiva, todo lo contrario que Molly, en una sociedad que, como bien indica Leo, prima la belleza. 
La adaptación de estos chicos de la alta sociedad con huérfanos, “negros de la montaña” como les llaman a Niles y a Starla, un homosexual y gente de color hará que no todo sea siempre tan fácil, pues la educación inculcada por sus padres les marca impidiendo que acepten al resto con normalidad.

A pesar de todo los lazos que esto jóvenes crearán durarán décadas, siendo el modelo de amistad y lealtad que todo el mundo querría.

Opinión Final

A lo largo del libro se describe Charleston como la tierra soñada que todo el mundo debería visitar, se va perfilando la personalidad de cada uno de sus personajes y se va desenredando la trama que, de forma sencilla pero marcada por la complejidad de sus protagonistas, tendrán al lector pendiente de todo lo que les va pasando.


Es así como Pat Conroy consigue nuevamente saber entrelazar los hechos del pasado y del presente, creando con una narración sencilla y cercana que hace que el lector se encariñe con los personajes y con lo que les va ocurriendo. Solo tiene, bajo mi punto de vista, un falló en el guion grave que obviamente no os diré para no desvelaros nada, aunque podemos hablarlo en los comentarios; también deja algunas cosas en el tintero que no se explican, pero eso no le quita hierro a la trama ni hace que se vea menos deslucida o no se entienda.

Entretenida, profunda, tierna y con un trasfondo triste que hace que se empatice con los personajes Pat Conroy vuelve a mostrar las mayores y más grandes cualidades del ser humano, así como también las más viles; vuelve a traer la superación personal, el valor de la amistad y de los lazos familiares, así como la importancia de aceptar a todos por quienes son y no por como son.

A través de chicos distintos en raza, educación y posición social muestra como la unión es posible, y la unión hace la fuerza, incluso cuando las penalidades de cada uno cobran vida y nos asolan.

Me quedo con una frase que define a Leo, con el que empatizo bastante, y con la que estoy más que de acuerdo:

“La vida real es imposible para alguien que ha nacido con la capacidad de actuar”

Si he de ser sincera diré que como El Príncipe de las mareas no hay ningún libro y no lo habrá, pero eso no le quita valor a una obra que, sin duda, se ha hecho esperar más de lo necesario. Quizás había huellas que borrar, quizás era necesario que pasase tiempo entre la historia de Tom Wingo y la de Leo King para que sus mensajes, independientes pero similares, pudiesen calar en lo más hondo de cada uno de sus lectores.


* Todas las imagenes de este post han sido obtenidas de las fuentes de imágenes de Internet

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