lunes, 10 de marzo de 2014

EL THYSSEN TRAE A MADRID LA COMPLETA EXPOSICIÓN DE CEZANNE: SITE-NON-SITE



Para los que aún no lo supieseis el Museo Thyssen de Madrid abrió el pasado febrero una exposción para inaugurar su año artístico con Paul Cézanne como protagonista de la misma, por lo que aquí quiero contaros un poco qué esperar de ella y los diferentes salas que alberga.


La exposición de Cézanne marca en particular la constante relación que establece el pintor entre el paisaje y la naturaleza muerta en su obra, una dialéctica que la exposición site/non-site muestra a través de sus 5 salas. En Cézanne el paisaje es el género dominante identificado con la práctica de la pintura al aire libre; sin embargo la diferencia entre Cézanne con los demás impresionistas, que también seguían el arte de pintar al aire libre, es la importancia que le daba al género propio de la pintura de taller: las naturalezas muertas en las que establecería una íntima relación entre ellas y el paisaje introduciendo en sus bodegones elementos paisajísticos y, recíprocamente, llevando a sus paisajes el orden de la naturaleza muerta.




Sin embargo antes de llegar a esta dialéctica en el pintor contaros que la exposición abre con un solo cuadro en una pared, solo e imponente, que no es otro que Retrato de un campesino (imagen de la derecha), que da pie al título de la sala Retrato de un desconocido, primera sección donde se introduce esta obra que fue uno de los últimos lienzos en los que trabajó Cézanne antes de su muerte. A partir de ella se han planteado diversas cuestiones como es el hecho de si este vacío en el rostro se hizo aposta y, por tanto, se pretendía representar que la identidad individual ya no importa, o si, realmente, es él mismo autor de la obra en un retrato indirecto el que está reflejado en el lienzo.

Como veis en la imagen en el cuadro se ve a un hombre cuya identidad no se conoce pues no tiene rostro... su cara se ha quedado sin definir como si el pintor pensase llenarlo más adelante, como también se verá en otras obras de la exposición donde el paisaje y las formas no terminan, solo se definen de forma sutil y a veces ni eso.

En la sala 2, La curva del camino se muestran las obras reflejo del caminante incansable que fue Cézanne, que cada día salía al campo a buscar inspiración para su obra lloviese o hiciese sol, recorriendo la montaña de Sainte-Victoire o los campos de los alrededores de Axis, prefiriendo los viejos caminos a las modernas carreteras. Por eso quizás pintó tan a menudo la curva del camino, de ahí el nombre de esta sala, donde aparecen varias de sus obras sobre esta temática donde trataba de atraer la mirada del espectador hacia el interior del cuadro con obras como El camino del bosque (imagen de arriba a la izquierda).

En la sala 3 seguimos en el bosque pero se introduce la figura humana a través de Desnudos y árboles, donde se presenta cuadros de bañistas que el artista pintó a lo largo de más de treinta años y que forman parte de la única parte importante de su obra que  no está ejecutada a partir de lo natural. 
Entre las obras de este estilo destacará la de Bañistas, de 1880, imagen que os cuelgo a arriba a la izquierda, donde se pueden apreciar en el lienzo las palabras que Joachim Gasquet escribiría más adelante y que publicó más adelante en 1921 en su obra Cézanne:

"(…) Eran grandes seres desnudos moviéndose en plenos campos, toscos como árboles, pero humanos como un verso de Virgilio".


Aun así en esta sala encontraremos paisajes sin figuras pintados en el Jas de Bouffan, la casa de campo de la familia de Cézanne, paisajes dominados por los castaños alineados como "verdes columnas del cielo" según citaba, de nuevo, Gasquet sobre la obra del artista, apreciable también en obras como Los castaños del Jas de Bouffan, de 1885 y que os cuelgo en la columna de la derecha.

En la sala 4, El fantasma de la Sainte-Victoire, se  muestra esa dialéctica ya citada entre el paisaje al aire libre y la naturaleza muerta del estudio, donde también se aprecia el encuentro del pintor con esta última al aire libre dejando un profundo eco de sus paisajes en sus bodegones. 

André Masson decía: “Mirad estas naturalezas muertas, siguen el consejo de la Sainte-Victoire: son geológicas”. Y, en efecto, en ciertos bodegones de Cézanne el mantel sobre la mesa aparece ahuecado, evocando la silueta familiar de la Sainte-Victoire, la montaña por la que Cézanne paseaba; de esta forma se puede ver como el mantel que se levanta en diagonal en Naturaleza muerta con flores y frutas (imagen de debajo), uno de sus cuadros más bonitos bajo mi punto de vista, recordando el perfil de la montaña, claramente definida en obras como La montaña Sainte-Victoire (imagen de arriba a la derecha).


Pero las sugerencias paisajísticas no se limitan a esas similitudes, también destaca la presencia de un cántaro de gres la obra del artista que, sin ser parecido a la montaña, hace un equivalente a ella en su forma de posicionarse en el cuadro: desplazado hacia un lado pero sin dejar de ser el centro, como se ve en la obra de la derecha Cántaro de gres. Así, en la versión castellana que hace Andrés Sánchez Robayna de la obra de Wallace Stevens De la Simple existencia. Antología poética, aparece unos versos:

“Y tomó posesión por todas partes.
Desnudo y gris era aquel cántaro”

Por último está la sala 5, Juego de construcciones, donde veremos cómo, recíprocamente tras la introducción de elementos paisajísticos en las naturalezas muertas de la sala 4, el artista trata de imponer un orden típico en los temas pintados en el estudio llevando al espacio exterior la puesta en escena y la percepción propia de la naturaleza muerta.

Se suele decir que la naturaleza muerta se caracteriza por una visión táctil que prefiere lo plano a lo profundo, lo cercano a la lejanía… su ideal es el objeto aislado, de limites bien definidos y forma regular. La manera más directa de alcanzar ese efecto en un paisaje es recurrir a la arquitectura, por eso gran parte de los paisajes de Cézanne son construidos, con Casa en Provenza (imagen de debajo), que presenta una construcción solitaria, sin rastro de vida humana, como un magnífico objeto plantado sobre la tierra.


En los bodegones de Cézanne la mesa queda enmascarada por las telas que simulaban un paisaje; en sus paisajes el pintor impone al terreno una estructura como de superficie de una mesa: un primer plano vertical, un plano horizontal y otro vertical de fondo, empujando la mirada del espectador hacia arriba y hacia el fondo, como se puede apreciar, al igual que como se ha visto en Casa en Provenza, en otra de las obras de la sala que, bajo mi punto de vista, complementa a la perfección el final de la colección que alberga exposición,  Los tejados de París (imagen de arriba a la izquierda), pintado en 1881.

Una serie de obras singulares de un pintor singular que, sin dejar de lado el Impresionismo, creó su propio camino en él, creando un arte diferente y complejo, digno de exposiciones como la que el Thyssen mantendrá abierta hasta el 18 de mayo. Si podéis ir a verla os la recomiendo para que podáis contemplar por vosotros mismos esa forma de existir que tienen las figuras en sus cuadros, poco definidas y heterogéneas; existen sin existir, pintadas e incompletas sin necesitar, paradójicamente, más pinceladas. Es así como, en la plasticidad de las formas y los colores, en la pincelada flotante, parece soñar el pintor un delirio que, en nuestros días, continúa. 



* Todas las imágenes de este post, exceptuando la primera que ha sido tomada por Lucía Berruga, han sido obtenidas de las fuentes de imágenes de Internet. 

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