Hoy vengo a hablaros de una de
las mejores experiencias gastronómicas que he tenido en los últimos tiempos: la
comida etíope del Restaurante Nuria.
El cómo llegamos hasta este restaurante que se encuentra situado en la calle Manuela Malasaña número 6 es muy sencillo: oímos hablar sobre él en uno de los programas de Masterchef y, desde entonces, mi madre y yo hablamos de ir porque nos gusta mucho probar cosas nuevas e innovar. Fue por eso que, para
celebrar su cumpleaños, decidió reservar e invitarnos a comer para probar esta
característica y deliciosa comida africana.
La verdad es que fue un acierto, y una gran
experiencia también, no solo porque la comida nos gustase y sorprendiese si no
porque fuimos magníficamente atendidos y se nos explicó todo con detalle para
que supiésemos qué era lo que estábamos comiendo y, sobretodo y muy importante,
cómo se comía.
Lo cierto es que el restaurante, aunque pequeño, es muy bonito, porque está lleno
de color y al entrar están las mesas del restaurante decoradas con los canastos
en los que después te sirven la comida. Hay que subir por unas escaleras
también decoradas con objetos que imagino son típicos de Etiopía y algunas
plantas (que conste que hay un pequeño elevador para minusválidos y carritos de
bebe), y luego el restaurante tiene una decoración similar. Fue una suerte
llegar pronto porque no había nadie y así pude hacer fotos tan bonitas como las que os pongo en el post.
Pero
pasemos a la comida: aunque éramos cinco adaptaron el menú para cuatro para
nosotros, aumentando un poco el precio y las cantidades para que todos
pudiésemos comer. De esta forma nos anunciaron que había un menú degustación para
cinco personas por 89 euros (por lo que se calcula que para dos personas
saldría por 40 unos euros) en el que se incluían bebida, dos entrantes y el
plato principal.
El
primer entrante fue un plato llamado Fatira: una torta especial que parecía cebolla
frita y que era una especie de pan sin gluten revuelto con huevo. Parecía como
veréis y como ya os he dicho revuelto de huevo con cebolla, pero tenía un sabor
muy particular gracias a la torta con la que estaba hecha que le daba un toque
muy bueno. Es difícil de describir porque no llegaba a ser dulce pero combinaba
con el huevo muy bien, destacando ambos sabores en la boca pero sin que por
ello perdiesen fuerza ninguno de ellos. Lo único que destaco en negativo de
este plato es que estaba un poco aceitoso, pero aun así fue muy sabroso y fue
una manera perfecta de empezar esta comida tan especial.
De
segundo entrante nos pusieron Sambussa, que es una masa crujiente rellena de
carne o de verduras, en nuestro caso nos pusieron cinco piezas de verdura y
cinco de carne con una salsa roja llamada Berbere, que es el más famoso de los
condimentos de Etiopía y que nos avisaron de que, como ya anunciaba su color
rojo, picaba “un poquito”; por supuesto y para no decepcionarnos picaba más que
eso, aunque era soportable.
A mí personalmente no me gusta el picante pero hay
que reconocer que la salsa con la mezcla de sabores estaba muy buena;
curiosamente me a pesar de que me comí primero el de verduras (que por cierto
llevaba lentejas por dentro, cosa que nos hizo mucha gracia) pensando que me
gustaría menos que el de carne, fue al revés, ya que el sambussa de verduras
estaba realmente tierno y muy bueno. Nos gustó mucho también.
Tras
estos dos entrantes nos trajeron uno de los canastos que habíamos visto en las
mesas al entrar lleno de comida con un poco de todo: un especial de ternera y
otro de pollo, así como una parte vegetariana (donde destaco las lentejas con y
sin piel); también había Al Mandi que es carne cocinada en el tandoor, un tipo
especial de horno. Al Mandi suele hacerse con un cordero joven y pequeño para
lograr un mejor sabor y es típico comerlo en ceremonias especiales como las
bodas.
También
había arroz, patatas y ayib, una crema de queso tradicional etíope similar a
nuestro requesón que sirve para aliviar el picor de algunas de las comidas
servidas en el canasto que estaban aderezadas con especias de la tierra. Todo
ello venía sobre una base de pan especial de allí llamado injera que no lleva
gluten y que tiene una textura como de crêpe, muy esponjoso; es un pan un poco
agrio que está hecho con harina de Teff, un cereal local, que combina
estupendamente con la comida servida porque no choca con los sabores de los
platos ni hace que estos pierdan fuerza. Además del propio pan que había debajo
cada uno teníamos nuestro propio pan enrollado para poder comer.
Es
una comida que se come con las manos: cortas un trozo de pan, lo dejas caer
sobre la comida, dejas que empape un poco y lo vuelves a coger con comida
dentro. El propio pan te sirve de tenedor. Es muy divertido la verdad, y todo
es excelente, incluido nuestro camarero, que nos supo orientar muy bien y nos
explicó que era cada cosa, además de que estuvo pendiente de nosotros todo el
rato para saber si nos había gustado, algo que, por como quedaron los
diferentes platos que nos sirvieron, fue obvio que sí.
Por
supuesto y aunque no estaban incluidas en el menú pedimos cerveza etíope (la cerveza normal si estaba incluida), mis
padres y yo tostada, mí cuñado una rubia. Son cervezas fuertes, con cuerpo, que
combinan muy bien (como no) con la comida que el restaurante Nuria ofrece a
todo aquel que se anima a probarlo (y fuimos muchos la verdad, por eso os
aconsejo reservar).
Aunque
lo que más destaca de este restaurante es su comida realmente está abierto
desde las 11:00 de la mañana ya que también ofrece degustación de café y té 100%
etíopes. Nosotros nos pedimos al acabar un café etíope solo para probarlo y la
verdad es que es un café fuerte, como la cerveza, pero bueno y con bastante
cuerpo ya que es un café tostado y molido a mano que luego, con agua, se
introduce en una jarra especial llamada jebena que impide que se mezclen los
posos con la infusión. Luego se sirve en pequeñas tazas de porcelana, parte
también de este ritual del café.
Para
la degustación de este café y del té ofrecen galletas caseras recién horneadas.
Nosotros como estábamos en la hora de la comida pedimos Baklaba, casero y
delicioso, se notaba que estaba hecho por ellos en el hojaldre que no era nada
pesado.
Sin
duda una experiencia que no os debéis perder, toda su comida está preparada con
productos naturales de Etiopía importados desde allí. Fue un placer ir y
disfrutar de la atención recibida y de una comida diferente, mientras tienes de fondo una música etíope rítmica y alegre. Como ya he
dicho más de una vez hay comidas que son verdaderas obras de arte y el restaurante Nuria es prueba de ello y la manera perfecta de abrir la
mente a otras culturas, algo que a mí, personalmente, me encanta.Sin duda volveré y recomiendo a todo el mundo que vaya a probarlo, estoy segura
de que quedará gratamente sorprendido.
Es la manera perfecta de descubrir Etiopía
a través de los cinco sentidos
* Todas las imagenes de este post, exceptuando la primera que ha sido sacada de la página de Facebook del restaurante, han sido tomadas por Lucía Berruga (L.B.)
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